9.5.11

Atila piernecitas

Nadie podía verle. LLevaba un rayo en la suela de sus zapatos de juego para que se viera al lanzar mientras mantenía la pose esperando el strike. Sus bolas rezaban "El azote de Dios" en un escandaloso amarillo que le gustaba mostrar en las fotos para el patrocinador y el bosillo de su camisa tenía bordado un pequeño elefante en el mismo color. Pero cuando venía a jugar a la bolera de la calle 24 seguía siendo "Mike piernecitas". Nadie que lo conociera podía olvidar aquellos shorts con los que su madre le castigó durante toda su juventud, ni el par finísimos tallos blancos que se descolgaban de ellos.


Lo encontraron desangrado en el callejón de atrás de la bolera con una zapatilla metida en la boca. La sangre que había brotado de su nariz le empapaba la camisa, ahora con el bolsillo arrancado, y llegaba hasta el suelo para mezclarse con el líquido negro bajo el contenedor. Alguien le dio una paliza con un bolo de reglamento para después dejarlo de pié justo delante de su cuerpo, a modo de última partida sin terminar. Desde luego al que sea le salió mal, ahora ya nadie recuerda sus shorts.


Atila

27.11.10

Barcelona/Home/...

De idas y venidas, de cambios esperados y esperanzados. Bienvenido a la república independiente de tu cuarto, que tampoco es tan república por su soberano canino y de la idependencia no hablemos que la tienen gastada por estos lares.

De busco una vida, alquilo casa, compro castillo sin compromiso, alquilo compañero, dilapido mi vida, ambiente de trabajo, trabaja donde sea, gente limpia y más de un impío, escritorio que va, escritura que viene, barrio tranquilo, no te fíes ni de tu padre (que también es muy tranquilo)...

Y yo aquí sentado en mi somier de noventa en mitad de la acera de Marina esquina Industria escribiendo mi pequeña libreta mientras llega el chico de la furgoneta.

Roger

“Por como se ve yo diría que fue Roger. Mi dulce conejo nunca fue muy bueno al volante.”
Jessica Rabbit


- Acéptalo Roger, no eres la mejor opción a este lado de la interestatal aunque ella no quiera verlo. Eres demasiado blanco, demasiado histérico, demasiado Rabbit, y tienes pelo en las piernas. Una hembra como Jessica necesita más a un Maxx que a un Bone. Y ella terminará por caer en la cuenta.

- "El papel de tu vida" dijo mi representante, valiente hijo de puta. Llena.

The Maxx
Bone

25.10.10

Cuando tu nombre se convierta en un verso



Cuando tu nombre se convierta en un verso,

suspiro de papel, corazón de plomo…,

cuando tus labios se conviertan en poemas,

y tus muslos en cifras,…

besaré tus párpados

y entonces ¡ay!

¡cómo correrán los pájaros!,

¡cómo arderán las fieras!,

¡cómo clamará el cielo!,

¡cómo explotarán los besos!,

¡ay! como se invisiblará mi alma.

20.7.10

Razones

"Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir."
Federico García Lorca

Las razones aritméticas son invariables, siempre que las necesitas las encuentras haciendo gala de constancia y coherencia intachables. Para un antecedente y un consecuente impuestos esta razón se mantendrá estoica con lo que ello conlleva.

Dado un problema numérico hablar de una solución es sólo cuestión de tiempo y de una voluntad progresista esclarecedora curiosa y resuelta. Incluso, una vez hallada la solución, la razón, en un alarde de valentía inherente a esa suerte progresista, se permite buscar el origen del problema mismo, con el afán de medirlo, analizarlo y solucionarlo, que no termina siendo otra cosa que ponerle nombre para dejar de temerlo.

Tengo mis razones para estar resuelto.

Josefina la fantástica


"Adiós mis amigos, yo me voy a la gloria"
Isadora Duncan

Contaba treinta y seis años y dos ojos, que usaba poco, tanto los unos como los otros. Dado su tamaño reducido pasaba fatigas con cada escalón de madera que separaba la tienda del paquistaní del cuarto piso, donde residía junto a Josefina la Fantástica. Practicamente ya nadie la llamaba así, excepto él, y el vecino de abajo, alimento diario de la Fantástica, antiguo amigo de Josefina y segundo factor decisivo para la exclusión del bloque en el barrio y del propio Marcos en sus relaciones con el género femenino.

Pasados los primeros diez días, el vecino del tercero dejó de deleitarse con el contoneo sensual que producía el andador contra los amarillentos baldosines del suelo del cuarto, pero sólo lo tomó como un desprecio. Pasados diez más empezó a sorprenderle que tampoco respondiera con su canto a su radio matutina ni recitara su frase en mitad de la noche. Pasados otros diez el paquistaní encontró que había hecho menos caja ese mes y lo atribuyó al calor de ese verano infernal.


Texto: CarlosJNavarro
Fotografía: CarlosJNavarro

18.6.10

Verdades.

Somos la primera generación que vivirá peor que sus padres.

31.5.10

Mentiras.

Y dejó caer su moneda como, de pequeño, tiras un papel al suelo sin que te vea tu madre. La moneda giró indecisa rozando la constelación de manchas que decoraban las baldosas, entre los pies de la multitud, hasta que cesó su giro reposando sobre su cara. Para entonces él ya estaba de espaldas.
Años más tarde, para la pregunta del barquero sólo había una respuesta:
-No. No tengo un amor. Aposté una vez pero...

Certezas

Tengo la certeza de la última vez que lo comprobé,
yo era yo, y tú, tú eras tú.

22.3.10

Muy interesante (más que la revista)


Hola a todos, entiendo que este blog no debe ser para colgar links pero este me parece suficientemente interesante para el grupo :) A descargar como locos !!!!

http://mega-pdf.com/

26.2.10

Vacío

El vacío me ha hecho el vacío.
Ya no tengo nada.
Angusto. El mundo sobrecargado,
En Barcelona no se esconden héroes.

Héroe vacío,
Suspiro sin nombre exhalado en el horizonte oblicuo,
ora se une con una bocanada angustiosa,
ora se pierde oscilando sobre la arena amarga.

En Barcelona, el aire es azul; el cielo, gris,
y el aire huele a la aroma del perfume verde de las hojas.

El sobre de Gus


El sobre de Gus

Recibí un sobre de Gus. Hacía días que no me contaba lo mal que le iba todo. A menudo me decía que le dolía el espíritu, que nunca era de día y que el cielo nos engañaba con su claro azul para que sonriésemos, pero que seguía siendo permanentemente de noche. La noche eterna. Una noche sin estrellas, una noche vacía de luna. Yo nunca le creía, yo quería que el cielo fuera azul clarito; es más cómodo. Me decía también que el mar era negro, negro e infinito, y angustioso y que su color oscuro se reflejaba en el cielo, pero que ese sol que acabaría desapareciendo lo aclarecía un poco, modificando su color de negro infinito a azul oscuro. Me decía también que ese azul oscuro del cielo de día era el color de la tragedia, de la tragedia humana, de la desazón vital, de la sensación de sentirse insignificante, mortal y sin Dios en un momento en el que daba la sensación que el cemento del suelo siempre sería gris. Ah sí, es que esto no es todo, había mandado más de cinco cartas al Ayuntamiento pidiendo, probablemente exigiendo, que pintaran de una vez el color del suelo de Barcelona porque, de no ser así, el mundo ─ la sociedad ─ caería en un espiral amargo muy muy pero que muy gris, gris como el cemento.

El sobre de Gus era azul. De ese azul tan hondo del mar. Sólo tenía escritas nuestras direcciones y nuestros nombres. Dentro venía un papel en blanco y unas tijeras. Lo abrí, cogí las tijeras y corté el papel en dos partes asimétricas que, ajuntadas de nuevo, parecían dos siameses deformes. No sé por qué lo hice, ni para qué. Tampoco así logré entender el mensaje. Mi hermana mayor, Lauri, y yo intentamos descifrar el mensaje durante toda la tarde; no hallamos respuesta alguna que fuera mínimamente coherente. No tenía que serlo.

Llamé a Gus: “el número al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento, inténtelo más tarde”. No quise intentarlo más tarde porque me supo mal el tono en que lo decía esa voz prepotente. Probé al fijo: Gus ya había cogido el vuelo hacía Burgos. ¿Qué vuelo? Tardaría cinco meses y catorce días en volver.

Caí en la cuenta de que si el sobre era azul oscuro significaba tragedia. ¿Pero qué tragedia? Las tijeras significarían algo así como cortar y el papel en blanco era lo qué cortaba. ¿Era ese papel símbolo de lo perdido? ¿O era símbolo de su ahogada vida? Tres meses después pensé que quizás yo era ese papel.

Resulta que Gus volvió antes de ayer con su maleta azul marino. Picó al timbre de mi puerta. Tardé cuatro minutos en abrir. Él aprovechó para descansar en el rellano, sentado en un escalón del color del granito. Cuando se levantó le abrí. Nos miramos antes de darnos ese beso extraño que se dan los enamorados cuando no saben si deben seguir su instinto o apartarse. No hablamos nada. Dejó su maleta en el recibidor, me dirigió hacia el sofá. Nos sentamos. Abrió la botella de vino que había comprado hacía un año y que nunca habíamos llegado a probar. Sorbo a sorbo, nos bebimos dos copas. Seguimos callando: él mirándome a los ojos, yo escondiendo mi mirada de miedo y sorpresa. Se acercó todavía más y aprovechó que tenía la boca aun levemente abierta por el asombro para introducir su lengua y moverla en un remolino estruendoso. Estuvimos bailando un vals muy lento y seguimos el baile en la habitación: él bailaba su lengua en mi entrepierna, yo hacía bailar mis senos en su tez.

Nos dijimos adiós con los ojos. Cuando ya había cerrado la puerta y había echado a andar por el pasillo, vi dos sobres deslizarse por el suelo del recibidor. Venían de detrás de la puerta. Abrí el que tenía el número uno, esta vez no era azul negruzco, era blanco, y dentro se disculpaba por el sobre de hacía cinco meses, y me decía que yo merecía otro sobre más especial, y que abriese el número dos. Lo abrí. Dentro había unas tijeras rotas y muchísimos trocitos de papel enganchados con celo grueso en una tira de unos veinte centímetros. En este sobre también había un papel, me decía que si yo no había conseguido entenderlo a él, ¿quién iba a hacerlo? Me dijo que no volvería a romper conmigo con un símbolo que yo pudiera no saber interpretar. ─ ¿Qué yo pudiera no saber interpretar? ¡Si era imposible!─.

Entonces caí en la cuenta de lo qué había pasado. Quise, desde mi ingenuo corazón, pensar que quiso enviarme un mensaje indescifrable para tenerme entretenida y así no hacerme daño, pero no pude. Me sentí una marioneta tirada a la basura y recuperada del contenedor. Me acerqué corriendo al balcón, lo conocía demasiado como para saber que estaba mirando desde la calle los geranios de mi terracita con cara de simulada indiferencia (esto es a menudo un rasgo inconsciente) pero con un dolor tremendo en el pecho. Estiré el brazo y lancé la colilla del cigarro que se me había consumido entre los dos dedos. Luego estiré el otro brazo y solté los tres sobres, el de hacía ya cinco meses y los de aquel día, y cayeron nueve pisos abajo. Bueno, no voy a mentiros, aunque no quiero que penséis que soy algo frívola: la verdad es que los lancé de la misma manera que el Discóbolo soltará un día de estos ese disco que lleva tantos siglos agarrando y que no para de girar sobre sí mismo preparado para llegar al espacio y atravesar un planeta en una grieta iracunda.

El caso es que de Gus nunca más volví a saber nada.


Noviembre 2009

22.2.10

Casualidades

Segundo día sin dormir y otra sacudida inesperada a mitad de la noche.

Por lo general, el sentimiento de frustración rasga nuestra realidad soterrando la inconsciencia más cercana a la felicidad, mina nuestras decisiones de una manera silenciosa, y constante. Pero a veces no. A veces, de hecho solo un par de veces o tres en la vida, en los casos en que el paciente no presenta patologías específicas, esa frustración debora el límite intentando ejercer de eximente, sacando lo mejor de cada uno de la manera más pura, más límpia, más animal. Es entonces cuando nos mostramos, cuando utilizamos la violencia para expresar lo que somos aunque entendamos que no nos lleva a ninguna parte.

Durante los siguientes venticinco años ella había cumplido resignada el papel de figura paternal y madre amantísima al tiempo. Cuidaba además a Pedro hasta en el último detalle, como queriendo devolverle el orgullo que ella misma le arebataba cada vez que decía que era una personita muy especial. Cada día le vestía cuidadosamente en un orden meticuloso mientras él le tocaba el pelo con una fuerza descontrolada y la mirada perdida. Pantalones perfectamente planchados, camisa de cuadros por dentro, americana al uso y bocadillo envuelto acompañado de zumo y sus correspondientes servilletas en la cartera de metal que su hermano le había traido de América y ala, a la plaza. Todo el mundo conocía a Pedro, cumplía de libro su figura en aquel pequeño pueblo de Ávila, y no había vecino que no le tuviera cariño.

Sebastián , por su parte, había hecho las veces de paladín de Pedro, cualquier niño que se metiera con él sabía que tendría problemas con su hermano Sebas. Su constitución física evidentemante más pequeña que la de Pedro nunca le resultó un problema para ganarse cierta fama. Mientras estuvo en el pueblo, claro. Después las cosas cambiaron. Pedro siempre estuvo presente mientras Sebas creció, estudió en Madrid y se marchó a Estados Unidos a especializarse en patologías psicológicas irreversibles. De alguna manera Sebas también estuvo presente mientras Pedro crecía.

Llegado el momento, Sebas conoció a una colega brillante y se casó. Su trabajo como investigador y teórico en su campo le permitió volverse a vivir al pueblo, y ella estaba encantada con la tranquilidad que le ofrecía Ávila. Por otro lado su madre no podía esperar un final mejor para su hijo, y tenerle tan cerca le regalaba un tiempo del que nunca había dispuesto ya que Pedro pasaba la mitad del tiempo en casa de su hermano, jugando con su cuñada y enseñándole Castellano. Ella había pensado que era buena idea que Pedro la ayudara a mejorar el idioma y con algunas cosas en la casa, que le haría sentirse útil a sus cuarenta y tres años, y la verdad es que últimamente estaba más estable. Pedro y ella pasaban mucho tiempo juntos incluso se quedaba a dormir a veces. A ella también le tocaba su pelo negro de cuando en cuando.

Aquella tarde Sebas acompañó a su madre a un pueblo cercano para mirar una cama eléctrica de las que levantan la mitad, tras una semana de negociaciones con ella para que comprendiera que le sería más cómodo, que no era una lisiada y que podía valerse por si misma, pero que le sería más cómodo. Los veinte minutos que les separaban del otro pueblo se los pasaron contando anécdotas de cuando Pedro y él eran jóvenes, de lo bien que lo pasaban juntos jugando al escondite, de lo que costaba encontrar a Pedro y de el conejo negro que tenía que no dejaba dormir a nadie. De aquel conejo Sebas casi ni se acordaba y el recuerdo le dejó un sabor de boca extraño que cerró la conversación. Al salir de la tienda Sebas llamó a su esposa para saber si necesitaba algo del supermercado pero ella no respondió al teléfono.

Treinta minutos más tarde, y tras dejar a su satisfecha madre en su portal, Sebas abrió la puerta de su casa encontrándose a Pedro con una taza de café caliente, la mirada más consciente que le recordaba y una sonrisa socarrona.
--¿Te acuerdas cuando jugabamos de pequeños en el patio? ¿lo que te costaba encontrarrme?
Sebas se asustó, no era normal toda aquella elocuencia y tranquilidad.
-- Hola hombre, parece que hoy toca recordar. – Mientras se encaminaba hacia el estudio.
-- Recuerdo una noche que me escondí debajo la mesa vieja de papá para que si venía mamá por la noche no le hiciera nada a mi conejito. Pero no vino. Anoche también me escondí, estábais haciendo mucho ruido, no podía dormir. Le encanta que la llames conejito ¿verdad?

Sebas apenas prestó atención, estaba desgarrando lentamente la bolsa de plástico que tenía su esposa en la cabeza. Sin llorar, sin gritar, comprendiendo exactamente lo que pasaba y recordando haber escrito más de un artículo sobre ello.

2.2.10

Diagonales

                                                                        foto: Roger Mercader

Las diagonales son lineas caprichosas que van del cielo al subsuelo sin rechistar.
Van del amor al miedo y de vuelta al amor.
Van de tus hombros a tus pies y de mi mano a tu espalda.
Todo está lleno de diagonales, que son el camino mas largo entre arriba y abajo.
Entre abajo y arriba.

Mi diagonal va hacia arriba.
De mi incapacidad a mis sueños.
Del miedo de nuevo al amor. Al Amor.
De la pena a la esperanza.
De mi mente a mi corazón.

De nosotros a mi, para poder ser Nosotros.
Del pasado al presente.
Del futuro al presente.
Del anhelo tímido al objetivo claro.
De la escasez a la abundancia.

Mi diagonal se cruza con la tuya y ambas tocan el cielo.
Y con ellas Nosotros. Y con Nosotros quien quiera.
Y cada vez la diagonal se hace mas y mas perpendicular al suelo. Al cielo.
Y cada vez subimos mas rápido. Y no hay fin.
No mientras sepamos que soñar es crear. No mientras dependa de Nosotros.

Y hasta que dejemos de tener cuerpo, no depende de nadie mas.

1.2.10

La vie en rose

28.1.10

Nuestra canción

Radiohead – Everything is in its right place

Justo antes no sabíamos nada. Justo antes tal vez temimos que fuera otro desengaño. Pero todo sucedió tan fácil que parecía que no éramos nosotros los que habíamos decidido que esto naciera.

Llegasteis con las mismas dudas, temores y timidez que nosotros llevábamos dentro. Y poco a poco las defensas cayeron y lentamente nos sumergimos en un momento presente que duró quince días.

Tom Yorke no dejaba de repetir que todo estaba en su sitio. No es que eso aportara nada nuevo, porque era algo evidente por si mismo. Todo fluyó con la facilidad con la que crece la hierba o con la naturalidad que hace que la serpiente cambie una piel muerta por una nueva y brillante.

Fluyeron las palabras, nerviosas al principio. Después fluyeron las risas, que aliviaron la tensión. Después empezaron a nacer sentimientos y deseos y sin darnos cuenta, nuestras manos marcaron tu piel entre gritos de placer, espasmos de dolor y la sensación de estar mas vivos que nunca.

El tiempo paró y podría haber parado para siempre. Yo hubiese roto todos los relojes y quemado todos los calendarios para perderme en esta espiral infinita. Una espiral en la que las fronteras entre unos y otros se disipan, ahí donde el pensamiento deja de ser un policía para convertirse en la madre que solo se preocupa de dar amor, comprensión, fuerza y paz.

Fuimos solo un canal. El canal por el que el Universo recordó que se puede marcar el cuerpo de alguien por amor, que se puede vivir y convivir olvidando todos los miedos aprendidos, que se puede ofrecer sin limite y sin limite recibir, que el juicio no es necesario para sobrevivir, y que sobrevivir es lo que hacen aquellos con miedo. El Universo recordó que la moral, la norma y la regla son vacuas cuando estás lleno por dentro. Fuimos el canal por el cual se expresó la realidad de que cualquier ser despierto del Universo sabe diferenciar entre un acto de amor y otro de miedo.

Pero no tuve tiempo de romper todos los relojes y de quemar todos los calendarios. Y tuvimos que decir “hasta luego”. Y lo hicimos siendo otras personas. Unas personas mas libres, mas llenas y mas grandes. Unas personas que por fin se atrevieron a sentir plenamente. Unos seres que saben que no se puede amar sin llorar y que llorar puede ser el fruto de una felicidad hermosa y eterna.

Y ahora que no estáis aquí, cuando Tom Yorke sigue diciendo que everything is in its right place, me cuesta un poco creerle y hasta me dan ganas de decirle que no. Pero en el fondo sé que así es y así ha sido siempre.

Nuestros puños están apretados para que el tiempo pase rápido hasta que se pare de nuevo.

18.1.10

Kamikaces

Y mientras unos pensaban sólo en ser los amos
del mundo a base de guerras inútiles en tierras
lejanas, otros juraban su muerte con bombas
lapa creyendo que ahí estaba su verdadera
salvación.

11

Noviembre siempre quiso ser Agosto, envidiaba la felicidad de sol y playa que éste proporcionaba a las gentes, sin distinguir clases sociales ni el color de las pieles.
Olvidó que en él también se puede descubrir la felicidad, porque si las buscas, puedes ser feliz cada día del año. Paseando por un parque, amaneciendo junto a canciones sin título, cuando Noviembre va perdiendo ya su nombre y las noches se adelantan puedes descubrir que bajo la timidez de árboles desnudos y pisando hojas húmedas por la lluvia de la noche anterior, existen miles de nidos de pájaros dispuestos con una arbitrariedad aparente, poblando los árboles masificados de ramas sin ropa, tronquitos perfectamente alineados, situados estratégicamente y con ilusión de cumplir la misión de crear un hogar digno para una familia de petirrojos, alondras o cardenales.
Las calles se visten de gala y consumismo, esperando que llegue Diciembre, que nos brinda la oportunidad de volver a ver a nuestros seres más queridos, celebrando lo más parecido a una amnistía internacional, donde hasta el que no cree, cree y vuelve a casa, aunque sólo sea para hacer feliz a los suyos. Noviembre no es la sombra de Diciembre ni la de cualquier otro mes, pues el que busca seguro que encuentra, el que quiere también se puede enamorar, el que escucha seguro que aprende, el que no llora no mama y el que muere es recordado como en cualquier otra época del año.

en el patio de la escuela

En el patio del colegio casi todos juegan juntos,
por grupos. Unos saltan a la comba, otros
juegan al escondite, otros con la última moda
en cromos y los demás a fútbol. Enfermeros,
mecánicos, funcionarios, arquitectos, ingenieros,
tenderos y macarrillas. Éstos últimos pegaron
un balonazo en la cara a la única muchacha
que jugaba sola y todos reían. Qué graciosos.

Mujeres y hombres.

La mujer debía permanecer en casa para complacer al hombre, su hombre, tanto en la cocina como en la cama. Durante décadas había sido así, ¿por qué cambiarlo ahora? Las mujeres, quizás sin reconocerlo, se mantenían con la misma postura, seguían a merced del hombre: se operaban las tetas, los labios, se quitaban arrugas y las patas de gallo, se maquillaban a diario sólo para gustar más. Seguían ocupándose de la casa, de lavar la ropa, de pensar en qué hacer de comida y.... de hacerla, de los niños, de controlar los gastos. ¿Qué había cambiado realmente? ¿Su dignidad? No. Ellas trabajaban tanto como los hombres, governaban ministerios de justícia pero... seguían sin conducir en el viaje de turno en familia. ¿Qué pasaría si dejaran de hacer todo esto? ¿Se convertirían en hombres?

paisajes

No hay nada más bonito que observar fíjamente unos labios carnosos, ojos verdes y un bonito perfil con el pelo recogido mirando incansablemente y sin razón aparente el paisaje por la ventana del interraíl. Una imagen perfecta para mi máquina de fotos, pero no encontraba en ningún lugar papel para imprimir la instantánea con mi antigua Polaroid.
Aquella mañana comprendí que los aburridos paisajes pintados de verde y azul con acrílicos daban rienda suelta a los sentidos y a la vez, tenían sentido. Las vacas daban movimiento y vitalidad a ese estático y duradero silencio verde; las nubes, sin más dilaciones intentaban contrastar una saturación vitalicia de color cyan; los árboles empezaban a teñir sus hojas de otoño y algunos pájaros huían a lugares donde el frío no helera las zonas donde no llegaba el sol. No existían las parcelas, ni siquiera el hombre.

Sólo estaba ella, frente a mi, tarareando una vieja canción de Barry White, “You are the first, you are the last”. Sonriendo inintencionadamente mientras yo la miraba sin pestañear. No quería perderme ni un instante de aquella postal que nunca tendré la oportunidad de tener frente a mis ojos. No importaba lo que pensara, ni la conocía ni pretendía hacer lo posible para que me conociera, pero era la manera de conservar la inspiración en mi retina. Yo sólo pretendía congelar su labios, su mirada, su perfil. Cogí la libreta torpemente y me decidí a dibujarla sin trazos, sin manchas de carboncillo ni goma de borrar, escribí lo que mis ojos veían con letras porque era la única manera de tenerla guardada en un papel, algo físico, materialmente más duradero que una simple imagen visual y mental, quería poder recordarla sin esa nieblilla que entela los ojos cuando piensas en el pasado. Unos minutos más tarde me pidió, en un impulso de simpatía, leer lo que escribía... pero, por suerte, no logró entenderlo.

cibermundos

Ella caminaba lentamente, pensando en cada paso que dejaba atrás.
Él, con las mismas pretensiones de siempre: ser fiel a sus principios y a su estricta educación, llevaba todas las maletas y mochilas posibles y la seguía como podía.
Se conocieron por error en alguna red social, navegando en el mismo rumbo y con un timón que tomaba nombre de ratón. Después de muchos viajes, de uno y otro y de otro y uno, llegaba a puerto su relación, pues ella tenia que marchar lejos por mucho tiempo y ya no se bastaban de verse desnudos frente a una pantalla, donde hasta la más bella sonrisa no era más que un conjunto de píxeles.
Se despidieron mientras yo los observaba, diario en mano, desde un banco del pequeño aeropuerto de Reus e imaginaba esta historia. Un beso en la mejilla, sin más dilaciones, fue su último adiós.

Por lo que a mi concierne, no tuve tiempo para ver más, debía coger mi vuelo a San Sebastián para ver a los pixeles de mi vida.
¿Acabaría yo igual?

-exia

Soy infeliz. No puedo más.
No me satisfacen los pocos pechos que Dios
me ha dado. La curva ureña de la nariz me
irrita al pensar que los demás ven lo mismo que
yo cuando me miro al espejo. Tengo las orejas
descomunales y además, salientes. Mis labios son
tan finos e irrisorios que podría decir que no
tengo. Tengo bello en las patillas y hasta la enorme
cadera que soporta mi encorvada espalda
agranda mi trasero.
- Doctor, he decidido operarme.
- ¿De la vista?

6.1.10

Petons als arbres gelats

Petons als arbres gelats.


La teva tasa blava del café, amb cullera de porcelana
i el meu ukelele, amb un arc de sant martí pintat,
diuen que hauríem de sortir ara mateix
a fer-li petons als arbres gelats,
perque tothom necessita amor i dolçor

Diuen que si sortim ara, ompliràn
la nostra habitació de papallones de colors
i mai més es retrasaràn els avions,
el metro no farà tard tampoc
i la cua de la fruiteria serà petita petita,
la senyora del mercat ens regalarà dolçaines
i el turc de la carnisseria ens picarà l'ullet
en demanar-li la carn picada.

La teva forquilla preferida li ha dit a la cassola petita
que si sortim ara a ferli petons als arbres gelats,
descongerlarà el llac tan aviat com pugui
i ens podrem banyar, fer una barbcoa
i jugar amb els conills del parc.
Els revisors del metro cambiaràn la seva feina
per una de major tendressa i regalaran pastissos
en demanar-se un café als bars.

Quan he anat a fer el sopar, la fregidora i la torradora
s'han plantat davant meu i desde la porta m'han cridat
que si sortim ara a fer petons als arbres gelats
jo, treballaré amb nens i escriuré contes meravellosos
i la teva música sonarà a totes les dimensions posibles
de milions d'universos de colors.

25.11.09

Una infidelidad que le pide el periódico a un fiel. Una herencia poco dividida a un grifo apostada. Melanoma haciendo esquina que mira de reojo al que recorrería el mundo surcando el cielo y ese silencio de entre vinos en vaso de vino.

Parroquia de esperanzas sedentarias, línea recta entre lo que pasara y lo que no pasará. ¿Parada de qué camino?

Mañana será el día, cerraré y ya está.

Bueno. Aunque mañana viene Pedro, y últimamente está jodido.

Haikus

Los Haikus son el desayuno de los campeones.
Algunos autores fáciles de encontrar por internet.

MATSUO BASHŌ
YOSA BUSON
KOBAYASHI ISSA
MORITAKE
RITSURIN ISSEKIRO

Y uno para dejar buen sabor de boca.


la muerte invade
de vez en cuando el sueño
y hace sus cálculos

Benedetti esta vez.

Reencuentros

Das por hecho que las horas se pausaron,
esperando en tu regazo que te ofrezcas un recuerdo.

Se conforman si las mientes en presente,
recelosas callan cerca, amor no correspondido.

Y no olvidan, aunque olvides que las sabes,
y tamices el camino revelado y elegido.

Me dejaste, en el camino, en el regazo,
en lo negado de entre lo perdido.

26.9.09

Reservados

Se encontraba en un mundo hostil, deprimido y repleto de dinero a la merced de algunos, esperando vivir un sueño firmando un papel. La crisis económica, junto a ciertos acontecimientos históricos, como pandemias venidas de centro américa hacían de aquella época unos años difíciles para todos. Los bolsillos ya no tenían agujeros, pues los modistas solventaban el tenerse que comprar unos pantalones nuevos en el outlet del centro comercial. Las monedas ya no quedaban abandonadas o perdidas en el suelo, yacían bajo almohadas de pluma de ganso.
Algunos se caían del caballo varias veces, pero lograban levantarse para seguir adelante, lamentablemente con su incertidumbre laboral y su nada cotidiano. Miedo, mucho miedo.
Las entrevistas laborales eran conjuntas, a modo de terapia de grupo. Ya no existía la felicidad y peor aún: ya nadie la buscaba, se ceñían a proteger a los suyos hasta saciarse, conviritiéndose en un robot con sentimientos. Y la vida continuaba.
Los pájaros, las tortugas, las ranas, los caballos, los peces desapercibían dichas alteraciones económicas, los árboles incinerados llenaban hectáreas de bosques oscuros y los que aún eran verdes ejercían como podían su labor "a todo trapo", mientras algunos pensábamos que reciclar en el nuevo contáiner ecológico de la esquina iba a salvarnos. Pasado tras presente y el futuro al frente.
Los ayuntamientos utilizaban a la clase obrera para aparentar porcentajes, dejando bonitas las calles y avenidas para hacer más agradable nuestra nada cotidiana. Las guerras continuaban en ciertas partes del mundo por orgullo. Las canas ya no se teñían, eran sexys. La gente se levantaba tarde por culpa del programa de la noche anterior. Internet nos hacía más sabios y a la vez, más callados, más nuestros.
Y ahí estaba él, que no era más que un trozo de metal troquelado con letras en caja alta con una simpática comic sans en un restaurante de no menos de 70 euros el cubierto. Y cada día tenía más trabajo...

18.9.09

Epitafios

- ¿Sueñas?
- Yo no creo en los sueños, papá.

Tras ese diálogo, decidió apagar el televisor e irse a dormir porque no "hechaban" nada interesante. Acabó rápidamente el cigarrillo, que desprendía gran cantidad de humo grisáceo. De un lado a otro, de espaldas, boca arriba,... no conseguía dormirse.
Un tiempo más tarde, tras cerrar los ojos, se vio durmiendo entre unas sábanas suaves y con un olor especial que despertó a sus sentidos. Abrió tímidamente los ojos y percibió que se encontraba en una habitación diminuta y sólo iluminada con una ténue luz. Sus piernas se salían, no obstante, de la cama porque ésta era muy pequeña, como si fuera de un niño pequeño. En la habitación contigua había alguien. Ronquidos interminables que le eran familiares. Salió como pudo de aquella cama que parecía una cuna y descubrió con sus propios ojos que semejantes sonidos eran de su abuelo. Tal y como los recordaba, con el mismo ritmo que los hacía cuando él era pequeño.
De golpe se despertó algo confuso y volvía a estar tumbado en su cama. Decidió no pensar, no hablar. Y volvió a dormirse, sin más.
No más de tres minutos más tarde unos gritos le volvieron a despertar de nuevo. La luz estaba encendida y una chica joven y rubia estaba encima suyo. ¡Era Michelle, su primera novia! En su habitación púrpura, consumando su imberbe y frágil amor. ¿Quién no recuerda su primera vez? Es una hipocresía recordarlo afablemente, pues vendrán más y mejores. Pero ahí estaba ella sonriendo cariñosamente y acurrucada en sus brazos tras el rápido trajín.
De golpe, Michelle ya no estaba allí. Así que decidió levantarse e ir al baño y se miró en el espejo de su diminuto lavabo, algo sudoroso y exaltado. Y agotado. Volvió a tumbarse en la cama, con los brazos cruzados, sujetando su cabeza y pensando en todo lo ocurrido. Por hoy no quería más historias inverosímiles.
A la mañana siguiente, entre legañas y sin dar crédito a lo sucedido, volvió a adentrarse en los pasillos del metro, como cada mañana. De todas maneras fue un día especial, recordándola a ella y pensando en su querido abuelo, en su mejor maestro.
La noche siguiente fue también dura, se vió tumbado, mientras dormía, en una cama que fue piedra en algún tiempo, con la cabeza rapada y un rifle bajo el brazo derecho. Era la litera donde había pasado ocho largos meses de su vida haciendo el servicio militar. Habían más de cuarenta literas y todos dormían. Todos menos Tomás Paricio, su compañero de litera, un pajillero algo enfermizo que no soportaba estar lejos de su novia. De repente, un destello de luz invadió la sala y se despertó, inmóvil, al lado de su mujer. Había cambiado el rifle por su señora.
- Llevas dos noches muy malas, ¿sueñas?
- No, son sólo recuerdos del pasado.
Tras esa conversación, cerró los ojos y al abrirlos de nuevo se encontró en un lugar oscuro y con un intenso olor floral que invadía sus fosas nasales. La corbata le impedía respirar y yacía en una estrecha cama con sábanas blancas. El techo estaba tan cerca que podía ver que estaba acolchado y algo arrugado. Era un ataúd. Su ataúd. Todo se acabó en ese abrir y cerrar de ojos... no eran sólo recuerdos del pasado porque él ya no estaba allí. Descansó en paz.

Intenta estar siempre a la expectativa en tus vivencias porque la próxima vez que puedas vivirlas quizás sea demasiado tarde.

12.9.09

Vagones

Intercambiaron sus miradas en el preciso instante en que sus dos trenes se cruzaron en la estación de 's-Hertogenbosch. Dos rumbos opuestos, dos vidas tan parecidas y a la vez, tan distantes.
Ella dejó pasar los días apeada en su estación y por mucho que lo recordaba, nunca volvió a ver su sonrisa.

2.9.09

Ellos

Estaban en una de esas playas vírgenes en las que la suave brisa deja perplejos a tus sentidos, allí donde los peces nadan y juegan despreocupados entre las olas cristalinas que después de navegar durante lustros por la inmensidad del océano desembocan en un magnánimo sístole y diástole universal, refrescando por azar o por suerte a diminutos granitos de arena blanca y pura.
El era un jovencísimo chico con acento irlandés, había pasado la mayor parte de su vida en Dublín pese a que era originaria de otra gran isla, Australia. No era de extrañar pero, que emigrara al cumplir su mayoría de edad a un lugar donde las prohibiciones y tabúes se escriben en letras minúsculas, así, El siendo Julieta decidió ir al encuentro de su Romeo y dar un vuelco a su vida, haciendo realidad sus sentimientos. No se preocupaba nunca por lo que pudieran pensar los demás, porque ni siquiera lo conocían. Buscaba el placer, su propia satisfacción sin tropezar con recelos ni malversaciones mundanas. Estando en un atardecer de miércoles, tumbado, inhalando y saboreando la grandeza de la soledad en la orilla de la playa conoció a Tu, un hombre de aquí y de allá, un hombre de mundo. A su avanzada edad reconocía libremente ya desde hace muchos años su diversidad y aflicción por los dos sexos, menospreciaba insultos y hechos bizantinos, le gustaba tanto el mar como la montaña. Prácticamente no hablaron. Gestos insípidos, miradas frágiles y caricias gratuitas consumaron en placer detrás de unos matorrales. Aquella playa no era un lugar donde se practicaba el cruising, ni siquiera por aquél entonces se había inventado dicho término. Se daban y recibían tras los matorrales sin otra preocupación. Tu y El descubrieron algo nuevo, los inventores de la libertad, del desenfreno y de la exaltación en un lugar público.

Yo era una canaria de sangre ardiente y familia adinerada. Pasaron multitud de chicos por su cama, hombres que interesadamente ansiaban despertarse a su lado en cada amanecer. Sábanas sudadas de placer, orgasmos increíbles, cuerpos y músculos perfectos... Pero Yo no se conformaba con eso, quería partir y comenzar experiencias nuevas, huir de la cotidianidad y aburrimiento de Santa Cruz deTenerife, de cruzarse con las mismas caras a diario, de ser querida e incluso amada por los billetes que salían y entraban de su pequeño bolso. Y fue aquí, en la cala del Cap des Moro, siendo una turista más, donde días más tarde de su llegada a la isla conoció dejando a un lado dudas y sin miedo a Tu. Pronto le presentó a El y se hicieron más que amigos. La relación de Yo, Tu y El parecía funcionar, se llevaban bien en la cama y compaginaban las tareas del hogar, un pequeño apartamento en la Colònia de Sant Jordi.
Un día Tu pensó en Yo y le hizo saber su deseo. Su atrevido pensamiento era el de deshacerse de El y empezar de nuevo.
A la mañana siguiente, cuando los primeros rayos de sol se atrevieron a sobrepasar la persiana de la habitación, amaneció El en su cama con menos pelo, mirada perdida, varios arañazos en el abdomen y dos balazos en el hombro izquierdo. Y sangre esparcida por las sábanas, por el suelo, por su cuerpo...
Yo y Tu cogieron sus pocas pertenencias y se marcharon a otro lugar, cada uno por su camino.
La arena de cala del sudeste de la isla quedó desierta, esperando la multitud de bañistas del verano. Aquella bonita primavera ya se había acabado para todos.

29.8.09

Escribir en un bar es como representar una obra teatral en un escenario vacío.

Marcela cada vez se había acostumbrado más a bajar a dos de los bares que había casi debajo de su casa. No sabía si era por la cerveza, si era por escuchar voces humanas rumoreando y contándose historias que ella no lograba escuchar o si era porque le gustaba escribir sobre escribir en una mesa sola.
Marcela, a pesar de la sensación que pueda dar alguien que baja solo a un bar, sabía que su vida tenía sentido. Ella oía, cuando escribía sobre ello, una mariposa volar y podía escuchar el sonido lejano, débil, pero relajante de una cascada de letras. Amaba cada grafía, cada trazo de cada letra y, letra por letra, palabra tras palabra, intuía el gran dibujo que creaban sus breves textos, el gran río de letras que desembocaba en una cascada infinita.
Intentaba muchas veces no escuchar nada, sólo el ruido del lápiz sobre el papel, y lo conseguía, salvo cuando siendo noche de fútbol odiaba el grito emocionado de gol en todas las mesas menos en la suya.
La vida tenía sentido si bien tantas veces la silla de enfrente estaba vacía. Alguna vez se sentaba en una mesa con una sola silla, pensando que una estúpida “ley del universo” la había preparado para ella, pero cambiaba a otra mesa, normalmente la del rincón, al ver que la silla que faltaba estaba ocupada por alguien que la había cogido porque la necesitaba en una mesa de cuatro donde eran cinco.
Sólo en parte, añoraba a la amiga invisible de la infancia con quien, dejando de lado la dificultad que eso suponía, apretujaba las manos hacia el espejo en busca de entretenimiento mientras cantaba: Dan dandero, dandan olé olé, sí sí quiero, sí, sín, olé olé, mini mini eco eco…”..
“¡Uuuuuh!, ¡Ooooh!”. Marcela odiaba todavía más el grito de “casi gol”, y entre el clamor colectivo y a la vez solitario del bar, ella dejaba su faena de pobre escritora retraída para volver a su tarea espiritual en cosa de uno, dos, tres, cuatro segundos.
Tenía familia, tenía amigos – siempre contados con dos o tres dedos de la mano – y pareja, el alma gemela que muchos de los que no iban solos a los bares echaban tanto de menos entresemana. Pero ella no entendía por qué se daba tan escasamente una comunicación completamente sincera y constante con esas personas. De todos modos, eso no le quitaba el sueño, porque el trazo del lápiz gris era todo cuanto necesitaba para expresar de verdad, para plasmar su verdad interior. Poca gente tenía la oportunidad de exteriorizarse en público, aunque el público no le prestara atención.
De tantas cervezas que había consumido y que iba consumiendo, ya no sentía la bebida amarga. No como al principio, como cuando iba con aquella gente que ya no recuerda, cuando Marcela iba tragando despacio el zumo de cebada sorbo a sorbo. Se preguntaba si a los que estaban también, como ella, solos en el establecimiento les sabía ya dulce de tanto probarla. Y es que resulta que siempre había una pequeña tropa de desamparados sin compañía en los bares, sí; pero nunca nadie escribía, nunca.
Se sentía sola y, dejando de lado que ella misma se ausentaba, sobretodo de las muchedumbres, se seguía sintiendo sola. Ese era quizás, aunque parezca contradictorio, el motivo por el que no disfrutaba de esa comunicación sincera y constante ya antes mencionada. No obstante, lo cierto es que le gustaba estar sola y así sentirse en la soledad infinita que nos brinda la sensación de libertad, ya que eso suponía imaginar que esperaba a una princesa parecida a ella, igual que ella, yo diría. Lo que más le costó comprender es que esa princesita solitaria y crítica era ella, sólo ella, y no un amante, un amigo, o un familiar. Su espacio era pequeño, el suyo y el de su princesa y, a pesar de poder escribir que su burbuja -así solía denominar el territorio personal de cada individuo- era grandiosa e incluso infinita, se le borraba lo escrito del papel o éste explotaba en un haz de luz inmenso.
Y ahora, que con estas palabras ella había conseguido convertirse en la mina del lápiz, y ésta en sonidos, que eran las letras, las mismas que habían acabado formando estas palabras unidas que combinadas habían originado las oraciones, y ahora que resultaba que las cláusulas juntas ya eran los párrafos que componían este texto, Marcela había ensanchado su burbuja -no busco sinónimos porque ella solía llamarla así -, y esta había perdido sus límites transparentes hasta dejar de ser una pompa -ahora recuerdo que en ocasiones la llamaba así-.

Un sonido, un gran estruendo, había terminado con todo lo que ella odiaba; era la explosión de un papel que alguien se había dejado al lado de una copa de cerveza vacía que estaba encima de una mesa blanca de un bar casi debajo de su casa.


Extraído de “Últimas historias que permanecieron del siglo XX” de SUSANA MÁKNA2

22.8.09

dolor

-Tens por al dolor?

El nen se la mira tot desconcertat. No acaba d’entendre la pregunta que li formulen, i no és que no l’entengui degut a una falta de maduresa o de coneixement, ans al contrari, reflexiona al voltant de la questió:

Té 8 anys i medeix un metre i cinc centímetres d’alçada, és el baixet; viu en un món de gegants en el qual ell hauria de ser un més, però per raons que s’escapen a les explicacions que la seva fe religiosa (o la imposada pels seus pares) és capaç d’explicar “s’ha quedat a mitges”; els companys de classe li fan el buit i se’n mofen a l’esquena, creient (erròneament) que el seu enteniment és directament proporcional a l’estatura del seu cos; la mare i el pare el sobreprotegeixen perquè es creuen, en part, culpables de la seva “deformació” (així n’hi diuen de vegades).

Després de tot això encara li ve una persona desconeguda amb un micròfon a la mà i un somriure postís, i és capaç de preguntar-li si té por el dolor!?

-No. Sóc valent.

2.7.09

proposta de treball

M'he comprat un llibre: En perill d'extinció (Pau Vidal). Aquest llibre, segons l'autor, és un recull de 100 paraules (i/o expressions) catalanes que, tot i que en l'actualitat no han desaparegut del tot, tenen un perill d'extinció en les futures generacions. Empatollar-se, enraonar, guitza, esperitat, andròmina, són algunes de les paraules que ell descriu en el llibre; tot i que de la majoria diriem: "aquesta jo la utilitzo sovint", hem de reconèixer que un noi de 14 anys no les utilitza ni, potser, les utilitzarà.

Com que trobo encertada la idea (crec que en fan falta més com aquesta), des d'aquí m'agradaria donar-li un punt de recolç(z?)ament, demanant (o proposant) que cadascú busqui una paraula que cregui que entra dins de l'estil i fagi una breu descripció de procedència, un petit text d'exemple i la publiqui en el blog. Si en surten vàries li podem enviar per mail (ja que al principi de tot del llibre dona peu a col·laboracions via mail.

El llibre és en català, per la qual cosa es deriva que les paraules haurien de ser en català; tot i això crec que també estaria bé que algú s'animés a començar el llibre "en peligro de extinción", ja que totes les llengües tenen paraules maques que, malhauradament, acabarem perdent.

28.6.09

adéu

Tanca la porta i, sense mirar res del seu voltant, puja ràpidament les escales de cargol que la porten directe fins la seva habitació on, com un sac de farina, es desploma, sense forces, sobre el llit, quedant-se, així, amb la cara sobre el coixí que esmorteeix el so creat pel seu plor. La mare, que l'ha vist pujar escales amunt amb la mirada perduda, ha deixat passar cinc minuts de relax i ha pujat, també, escales amunt fins l'habitació de la nena; l'ha agafat tendrament pel coll amb els seus braços i ha recolzat la cara de la nena sobre la seva espatlla: "tranquila, no pateixis, d'aquí uns anys ja ni t'enrecordaràs".

15.6.09

Marta



“Vuelve el fauvismo”, “La Vanguardia en la ciudad condal”, “La bestia expone de nuevo”, “Arte que remueve”, “Controversia cool”, “Vuelve la fiera”, “Instinto artístico”, “La garra y el pincel”, “Coherencia animal”, y demás sinsentidos rosáceos apedreando al redil.

Despierto sudado una mañana teniendo conciencia de que tras una vida con el objetivo claro de llegar a bohemio, me dejan serlo tras confesar a una periodista que siempre he creado con los mismos pinceles porque aún no he encontrado una chica que tenga el pelo de mi primera novia.

Bueno ¿qué se puede esperar?, la reportera era castaña.

L'espurna del conflicte

Caminava el batalló sota la pluja en el silenci tintinejant del trotar de les tropes. El company de més a la vora, despitragat, portava el canó apuntant al cel.
-No és bo que t'hi entri aigua.
Va començar a abotonar-se la caçadora.
-A l'arma!
Em vaig quedar dempeus, rodejat de cucs de color caqui que es retorçaven al fang, disparant a les males herbes, escrutant les proximitats inquietament.

Don núm 2

Simplemente se disolvía. No tenía constancia de si mismo y por eso al concretarse era como una hoja de papel virgen incapaz de contar nada que no pudiera escribirse en ese mismo instante. Era una nube de humo blanco. Es por eso que en momentos absurdos, en que se materializaba con suficiente densidad como para agarrar un bolígrafo, trataba de concretar a modo de esbozo las compactas volutas que se dibujaban a si mismas. De esta manera había llenado una decena de libretas de esbozos aerostáticos que no eran más que lo que podría ser el rastro de un caracol babeante. Los dibujos servían sólo para hacer memoria rápidamente de lo que era, cosa cada vez más fácil aunque aún casi imposible, y cobrar visibilidad sólo a partir del propósito.

NINA 23

Ni els anys d'estudis, ni els d'investigació, ni els d'experiència et preparen realment per enfrontar-te a la situació d'estar surant a la deriva pel buit interestel·lar.
Abans que la NINA 23, el transbordador que s'ha esmunyit entre els dits del meu vestit espacial, no fós un punt més a la meva vista, han passat pel meu cap un parell o tres sol·lucions impossibles a la desgràcia, maniobres que si jo fos McGiver haurien arribat a bon port. La meva mort no hauria estat tal si no m'hagués sentit com qui intenta reparar maquinària de rellotge amb guants de boxeig. Hauria pogut fer un petit forat al tratge per tal de ser propel·lit cap a la nau per la força de descompressió de l'interior, o potser no.
De totes maneres, la culpa no ha estat meva si no d'aquell maleït imbècil alemany que tot i estar adientment amarrat a la NINA 23 ha trobat poc protocolari haver de fer ús del seu cordó de seguretat quan jo començava a allunyar-me lentament del transbordador. I també del colló de tècnic que no va ser capaç de comprovar que el sistema de retropropulsió de les motxilles d'excursió en gravetat zero funcionessin correctament abans de donar el vist i plau a l'expedició.
Suposo que el foc dels meus queixals és inútil ara mateix. M'estiro al buit amb una extranya sensació de veloç immobilitat. Acompanyat només per la meva respiració ressonant a llauna dins de la bombolla metàl·lica del tratge, trobo a faltar a gent.
No seria tan tràgic si tingués un parell de dies més. Si em deixessin despedir-me com cal de la meva dona, dels meus amics. Si existeix alguna cosa que regeix el món, dóna'm si us plau una breu oportunitat de sol·lucionar algun error del passat, o de posar la meva llavor al ventre de la meva dona. D'escriure un testament. De no desaparéixer així com així, siguent només una estrella de moltes incisa sota les inicials dels Estats Units a una làpida de marbre negre. Potser, de fet, em conformaria amb rebre, encara que fós ara mateix, una mort plàcida i no l'angoixant asfixia a la que no trigaré gaire a veure'm abocat.
Abans d'haver d'enfrontar-me físicament a la mort, amb la dificultat afegida que imagino que suposarà, racionalment entenc que aquí és on el camí queda tallat. On no em queda gaire més opció que enviar-me a mi mateix com a emissari conciliador, envasat en un buit etern amb cara d'angoixa i en direcció -espero, punt de pol·lució- de trobar-me amb el que sigui que hi hagi a l'altra banda de l'univers.

l'escriptor

El que fa temps, no gaire, havia cregut, per un petit moment, ser un escriptor ara seu davant de la llibreta i s'adona que s'ha acabat tot allò que havia començat amb un alt grau d'intensitat i que, realment, ni se n'ha adonat. Mig desmontat per allò que havia cregut un gran somni (i per dues o tres copes de més) no pot trobar cap tipus de connexió entre el passat i el futur, bàsicament per la gran incertesa i desconeixença d'aquest últim. Aquest somni (com ja l'ha definit abans) se li ha anat de les mans sense adonar-se ni que d'un somnis s'havia tractat. De fet hi reflexiona dos mintus més i encara troba pegues al fet que allò hagi sigut un somni, potser, més aviat, s'ha tractat d'un malson, o un simplement un son (sense la qualitat de somni ni malson). Tot el que li ha passat fins ara, ha anat rodat, o, més ben dit, lligat, però perquè les coses vagin lligades no significa que siguin bones perquè, potser si que després d'una en ve una altra, però cap d'aquestes l'ha portat a un final desitjat ni, menys encara, valorat; totes les accions que han configurat aquest "son" l'han deixat amb un peu a l'estacada i amb la incertesa del futur.

Continua pensant, però, i descobreix que no sap si el fet és que només hagi sigut un "son" o de fet tot va començar com un somni i, en algun moment desconegut per l'escriptor que encara dona voltes al fet del seu passat i el seu futur; s'hagi despertat per caure en un malson que ha capgirat tot allò que havia succeït en un primer moment.

Encara hi reflexiona més (l'escriptor és una persona que dona moltes voltes a les coses) i arriba a la conclusió que el malson és ell, que ha crescut en un son qualsevol i que aquesta qualitat seva de pensar i pensar sobre les coses ha fet que la seva vida es concentrés en una estúpida disertació sobre tot el que ha passat al seu voltant i del qual no ha pres partit, més que en una simple imaginació de fets que l'han portat a ser escriptor i a fer-se protagonista dels seus propis llibres (amagadament).

Aquell que fa temps, no gaire, havia cregut, per un petit moment, ser un escriptor ara s'aixeca de la cadira i es diu que no vol escriure més, no vol ser part d'un món fictici, vol viure en el món de veritat i actuar com ho fa la gent. L'escriptor, que ara, potser per un petit instant, té clar que o ho vol ser (d'escriptor), s'allunya de la taula i obre la porta; la tanca de cop. Torna a la cadira i tanca els ulls. L'escriptor deixa deixa de reflexionar sobre si realment és escriptor o ho vol ser, o ho pot ser; agafa el bolígraf i escriu que fa temps, no gaire, havia cregut, per un petit moment, ser un escriptor i que va seure davant de la llibreta i es va adonar que s'havia acabat tot allò que havia començat amb un alt grau d'intensitat i que, realment, ni se n'havia adonat.

13.6.09

Aigua

Aigua, sento que flueixo entre els meus propis dits. Perdo la forma i em trobo més que mai sense ella. Sento el formigueig de les cèl•lules dins meu i si m’hi esforço diviso molecul•les, atoms i al final, grans onades de vibració que se m’enduen a tot arreu i sempre.

Sóc un embaixador tridimensional de quelcom invisible que no comença i no acaba. Les extremes emocions se senten lluny com els greus que s’esmunyen al pis de baix quan composo. Els pensaments no ho entenen i desisteixen, s’esmunyen i és desdibuixen en la mar a la que pertanyo, jo i tots els jos que em trobo al carrer.

Vaig recollint troços de mi mateix, que vaig perdre en l’amnèsia cultural i en la sofisticació plastificada que són pares de la simplista visió del tot en la que vaig neixer. No tinc excuses ara que ja recordo. És fàcil oblidar alló que no has sapigut, però un cop encens la llum, la fosca s’amaga corrents als desafortunats angles rectes que accepto com a llar.

Sé que tots els que em parlen son una altra manera de parlar amb mi mateix. Sé que els arbres que abraço son tant vius com jo, tant vius com tot el que mai veuré. Resisteixo la por i m’equivoco. Obro els braços i evoco i invoco la pau que requereix amistat amb totes les parts, que finalment sumen un tot redescobert, cobert de plumes, seda, herba fresca i fusta humida.

Sento que m’esmunyo un cop més com l’aigua que s’adapta al continent i que es converteix en cristal•lí coneixement, transparenta honestedat, fresca creativitat i dinàmic fluir del que ja està cansat de dormir sempre del mateix costat i de ser rígid com un pal trencat, carent de flexibilitat i susceptible de ser oblidat. Sóc aigua i busco un lloc, on la forma que em conté no em limiti en l’espai. Busco tornar d’on vinc i viure aquesta tridimensionalitat com el que és. Una experiència latent de divinitat. La teva, la meva, la nostra veritat, que no deixa de ser-ho per molt que s’hagi enterrat.

Aigua, sento que flueixo entre els meus propis dits. Perdo la forma i em trobo més que mai sense ella. I es que només em perdo quan giro l’esquena a la perspectiva de l’extensió infinita de tot el que és. I es que només em perdo quan confonc les ombres amb fets i les imaginacions amb trets, que atravessen la meva calma eterna; L’únic que sempre he estat i seré, en realitat.

Roger Mercader, Berlin, 12 de Juny de 2009.

5.6.09

Tempesta

Mirant per la finestra em sento,
A la sala d'espera d'una manera millor
De viure aquesta tempesta.

Lluny de parets i amb arbres per sostre,
Lluny de protecció per saber-me etern,
Prop de la terra mullada
I els seus perfums conduïts pel vent.

Mirant com mulla la pluja,
Gegants verds i fades florals,
Desitjo veure un llamp,
Que em parli des de dalt.

Lluny de converses fugisseres
Amb gent perduda en els sentits.
Prop de la vida com és viure-la,
Els sentits es fan petits.

Mirant per la finestra sento,
Que ja s'acosta el meu numero
Per que la llum no em faci por.

Marihuana

Trossejo tabac marró,
Potser queda millor amb una mica de verd.
Respiro a pulmó,
Accedeixo a reprogramació.

Moments

La meva saliva es confón
Amb fruits electroquímics al teu cony.

La meva polla s’esmuny lliscant,
T’estic follant.

Crides.

Vols més.

Sinuosa

Sinuosa veritat sota un mar de mil capes
Extranyes, confuses que remouen entranyes.
Ensenyes les armes que amb llum ens regales,
Per fer front a l'il•lusió que sabiament, amagues.

M'agrada

Bonica fada gebrosa regalimant descalça,
La fusta mullada sobre l’herba just tallada,
S’endinsa al despertar de l’infant perdut.
Memòria profana, s’afanya i retorna.

Per dur-nos a casa,
Esborrar la mancança,
I lliurar de la falsa
Presó dels sentits.

30.5.09

Mèrope

Mèrope

Galàctica confitura
de les maduixes més dolces,
els vidres que et conformen
són geomètricament perfectes
i tant suaus com estrambòtics

I tu, massa dolça per ser real
sembla que t'apagues
i tu, massa dolça per ser real
sembla que vas morint.

Llum irradiada a massa distància
però encara visible a l'ull nu
el teu pare encara suporta (a les esquenes)
les penes del mon
I tu, dolça però temerosa
brilles amb prudència, pagant el teu amor

I tu, massa dolça per ser real
sembla que t'apagues
i tu, massa dolça per ser real
sembla que vas morint.

Qui gaudiria d'un mortal tenint un deu?
Ell, agoserat, pagarà la pena i
carregarà esferes, com el teu pare
I tu, massa dolça per ser real,
cuidaràs de tots els seus germans.

Desde el firmament, allà a les Pleiades.

I tu, massa dolça per ser real
sembla que t'apagues
i tu, massa dolça per ser real
sembla que vas morint.

29.5.09

A corazón abierto


En abril escribí un poema que se titulaba “Octubre”.

Estamos en abril y es otoño. Los dedos no dejan de agitarse para alejar las sucias hojas que se agarran a ellos. Los árboles, poco a poco, se van deshaciendo de sus viejos ropajes. Es otoño y abril, y hoy soy pelirroja. He estado dos horas muñendo una vaca y le he maullado a un perro que quería comérseme.

Escribo con mi única mano, ay, manca de mí.

He perdido mi mano izquierda cuando he empezado a estirarme y a estirarme, hasta conseguir alargarme. Y tanto me he alongado que he perdido la noción del espacio-tiempo. Y cada vez más fina, he empezado a dar vueltas y vueltas, y yo no sabía que el aire me hacía hacer formas en el cielo. Y así, bailando con el silbido de las nubes durante horas y horas, he pasado a ser una única línea suave, muy suave, fina, ligera y delicada.

Y, justo cuando pensaba que iba a desaparecer y que yo, que sólo era una línea, me iba a fundir en el aire, lo que quedaba de mi cabeza se ha juntado con lo que quedaba de mis pies; y tatatachán, ha ocurrido el milagro:

Circunferencia perfecta, una sola línea volando por el aire, y en el instante vacío del sintiempo...

…Ha llegado el gregal y ha expirado una sutil y mansa ráfaga de aire en mi parte superior; ha sido entonces cuando me he convertido en corazón.




19.5.09

Un bar de mentiras

Escuchando a un hombre que se bebía un café me di cuenta de qué era lo que se crecía alrededor de mí: una bocanada de aire frío que no helaba pero que hacía encoger los huesos a cualquier ser humano poco astuto. Las gentes del lugar eran diferentes y lejanas: un hombre que jugaba a la tragaperra llevaba primero una larga coleta, hasta la cintura, pero luego desaparecía para volverle a crecer al instante; dos estetas con un cuaderno de arte se sentaban y se miraban los idénticos bigotes de pintor convencional de los años setenta; dos mujeres que parecían tener como oficio trabajos aún considerados indignos chismorreaban como cotorras; un tipo que escuchaba música sin calidad técnica los fines de semana precisamente se leía un libro bastante interesante; un padre y un hijo hablaban de cosas de familia; un hombre con traje azul y corbata incolora se sentaba frente a una muchacha invisible y, por último, una tipa, congelada por el céfiro que se aventuraba, escuchaba a aquel hombre que se bebía el segundo café del día.

La camarera en blanco y negro iba repartiendo cafés todo el tiempo, cientos de cafés que se le caían torpemente y cuyo líquido estaba empezando a inundar el bar. El líquido marrón, del color del barro, y la azúcar blanca estaban llenando las paredes del lugar, subiendo por estas como si se tratara de un mar que de tanto salpicar las rocas se ha descontrolado. Y todos siguieron con su papel, con su rol social de un mediodía cualquiera en un miércoles más.

Y resulta que el hálito que terminó con el mundo le trajo un carboncillo a la muchacha, pero no os lo ha querido dibujar. Lo escribió.

7.5.09

navaja suiza

Hermión llegó sonrisa en boca al trabajo. No es que le hubiera perdonado su mujer, ni que hubiera minvado su jaqueca habitual, ni tan siquiera que esa noche hubiera dormido mejor que la anterior; el motivo era su nuevo teléfono móbil. Dejó caer suavemente su chaqueta sobre el respaldo de la silla y, controlando sutilmente que todos los compañeros le miraran, sacó el aparato y lo dejó encima de su mesa. El primer comentario no tardó en salir de la boca de Eutenasio: - Hombre señor Hernández que teléfono más moderno se ha comprado, como se nota que su salario es el más alto de la oficina... Como mínimo este teléfono habrá costado unos 400€ -Sí, bueno en realidad 500€... pero tiene de todo, me han asegurado que es el mejor que hay en el mercado, una auténtica bestia! - ¿¡Como mínimo tendrá interné, no!? -¿Interné? buah... interné, blutu, gepeese, refigeración líquida, para ver vídeos... todo lo que puedas imaginar -¡Que grande es jefe! Y, ¿ya ha probado de llamar para ver como se oye? -¿Llamar? Que anticuado estás Eute, eso ya no se lleva.

6.5.09

Don núm 1

Mentía por compulsión, como si fuera un Narciso esquizofrénico. Una vez empezaba tenía que continuar saltando de un nenúfar flotante a otro, pasando sobre mentiras que apenas podían sostenerse a si mismas como para sostenerlo a él. Mentía con egotismo e ingenuidad, pues creía que para cada cual debía tejer una red a medida. En cada salto salpicaban algunas gotas que eran la pizca de verdad justa para redimirse de las mentiras anteriores. Pretendía estar empapado de agua clara pero su fugacidad lo mantenía a salvo de mojarse. Huía rompiendo la quietud del estanque, escapándose de las aterradoras imágenes que al paso dibujaba su propia figura en el agua, de nenúfares que se mecían turbulentes. Se mentía a si mismo y se hundía sin saberlo. Narciso nos aburría a mí y al resto. Era falaz fingiendo ser modesto.

4.5.09

Despedida

Estresada, la mujer miraba por la ventana. Desde su posición, en la tercera planta de un viejo edificio, podía ver su calle hasta la esquina por la izquierda, y hasta ciento cincuenta metros por la derecha, desde donde llegaría el coche que esperaba. No era una hora de mucho tráfico, lo que le permitió entretenerse contando cuántos automóviles blancos pasaban en comparación con los de otros coches. Treinta y cuatro era el número que hacía el de Roberto. Lo vio dejarlo en segunda fila con los warnings puestos, bajar del coche y perderse su cabeza al entrar en el portal. Oyó el ascensor. Esperó, pero no se detuvo en su planta. Extrañada salió al pasillo. Roberto subía por las escaleras, resoplando. Al verle, sólo atinó a decir –Ya no estás en edad de hacer tanto ejercicio, una día te dará algo. Y date prisa aunque sea por una vez, la maleta está en el vestidor y mi avión sale en menos de dos horas.
Él, mirándola con cierta ternura le dijo
Esperaba que la despedida hubiera sido diferente.

30.4.09

Típico sueño americano

Es el típico sueño americano. Hacerte rico con algo que no requiera mucho esfuerzo, comprar un deportivo y hacerte un hueco en la sociedad del alto copete, empezar a meterte coca, luego hacerlo 4 o 5 días a la semana. Entablar una relación con una mujer de bandera, también cocainómana (que ese sea el único vínculo a poder ser). Después de un año y media antártida de nieve, romper con ella. Caer en un bucle depresivo compulsivo en tu casa nueva, unifamiliar y de diseño, y meterte coca desde el almuerzo hasta la cena. Entre medio que caiga alguna puta. Probar algo más. El primer jaco. Y el segundo, tercero, y hasta perder la cuenta y casi la vida. Replanteártelo después de la sobredosis. Retirarte, gracias a las rentas mermadas hasta el raquitismo por el consumo, encontrar a una mujer en drogadictos anónimos con la que tener dos hijos, la parejita, y una tranquila e insignificante vida hasta la muerte.

29.4.09

Taquilla 1219

Nací hombre, pero siempre quise ser mujer. No tuve más remedio que salir del armario y convertirme en homosexual, o lo que comúnmente y de manera quizás algo desdeñosa las malas lenguas aclaman como marica.
Salí con más de cuarenta minutos de retraso del maldito médico de la Seguridad Social que me dio la denigrada noticia. Un gay sero positivo más. Así, no me quedó otra opción que, totalmente desolado, antes de escuchar que mi estado era ya avanzado y no podía recetarme medicación alguna, cerrar de un portazo la puerta del doctor Cugat e intentar vivir al máximo cada segundo que pasaba para que no se convirtiera en la manera más estúpida e inútil de malgastar el tiempo, mi tiempo, mi vida.

Bajé las escaleras del segundo piso del ambulatorio de color verde hospital. Cantidad de inenarrables olores intensos y áridos invadían mis fosas nasales, que veían como de manera perturbadora iban captando la fragancia de las grises ropas de ancianos que ocupaban todos los bancos y sillas de la sala.
Pasando por el rellano del primer piso me topé, despistado, con cien mil carritos de bebés, que componían benévolamente mediante lloros y chillidos una sinfonía apta sólo para padres cardíacos.

Decidí deambular por la ciudad sin destino meditado. Los pensamientos que rondaban mi cabeza se dividían, por una parte me sentía como la persona más imbécil del mundo, pero otra, más imprudente e impetuosa sabía que debía aprovechar el tiempo que me quedaba de vida al máximo. Sin motivaciones para pararme a pensar, como de costumbre, reaccioné de manera audaz. Me decanté una vez más por lo sencillo, por lo frágil e insípido, por el placer.
Cogí el metro, adentrándome sin pagar en el inmenso y silencioso mundo subterráneo, si no fuera por las melodías de desvergonzados cantautores que llenan de vida pasillos y estaciones a cambio de algún triste y lacio céntimo. Entré en el vagón y me convertí en el centro de atención de algunas miradas atónitas. No era de extrañar, solía vestir con un estilo alocado, ropas ajustadas de colores chirriantes y zapatos de nylon. Lucía mi peinado estrella, el pelo totalmente engominado y en punta, como si hubiera expuesto mis dedos a 220 voltios. Cejas depiladas. Pendientes, anillos y demás adornos y bisuterías resplandecían con ímpetu bajo la luz de los fluorescentes. Y colonia, mucha colonia, de la buena.
En pocos minutos me planté en la estación de Châtelet Les Halles, en el centro de París. Salí del metro después de perderme en los laberínticos pasadizos. La gente seguía observándome y probablemente juzgando mi sexualidad e incluso, mi vida. Pero no me importaba, fiel a mi particular manera de verla caminaba rápido y erguido. Eso sí, la posición de las manos, el ligero movimiento pélvico y la voz delataban y hacían evidente lo irrebatible.

Busqué un lugar del que un amigo algo sigiloso y entre la más estricta de las conversaciones me había hablado hacía algunas semanas. Me asombró que entre dos amigos homosexuales existieran esas distancias, tabúes y secretos que desmerecieran esa reciprocidad entre nosotros. Sin merodear la zona fui directo al local. No era necesario inspeccionar sus alrededores, lo interesante estaba allí dentro. Y cada vez anhelaba más entrar, desahogarme y expulsar activa o pasivamente exhausto y sin recelos la rabia que encomendaba.
Un simpático joven, al parecer nórdico y de no más de veinticinco años me recibió muy amablemente en una sala amplia, con aroma acaramelado, llena de luz y frialdad. Nos separaban a penas cincuenta centímetros, mientras tomaba mis datos, sentado tras esa alargada mesa de nogal. Una tenue canción de Barry White hacía que el silencio en la conversación fuese más plácido. Sus ojos eran verdes y su voz suave platicaba un francés imperfecto. Lástima que fuera él el recepcionista porque era monísimo. Después del breve diálogo me dio dos toallas, unas zapatillas de piscina y una pulsera azul marino con las llaves número 1219.
Abrí la puerta del vestuario y busqué nervioso e impaciente entre las tres paredes de taquillas. Allí estaba la mía. En la estancia no había más que un señor desnudo, algo canoso y desgastado sentado en una banqueta. Aunque parezca sorprendente creo que ni me vio entrar. Estaba petrificado, como si de una estatua se tratase. Ojos cerrados, inmóvil, yermo.
No obstante, sin pudor me quité los zapatos, los vaqueros ajustados y la camisa, dejándolo doblado todo en el interior. Cerré la puerta con llave y una vez desnudo me miré haciendo caras de chico interesante en el espejo durante escasos cinco segundos, ojeé extrañado si el abuelo seguía intacto y me dirigí hacia las duchas. Un rectángulo también azul marino con letras blancas informaban y dirigían hacía la derecha la “sala principal”. Seguí con tímidos pasos adelante hasta pasar por una puerta de tiras de plástico, que resguardaban la temperatura del lugar. La piel empezaba a sentirse arropada por el vaho, el calor aturdía mis sentidos y empezaba a sentirme observado. La luz pareció apagarse, hasta que mis pupilas se acomodaron y adaptaron a la tenue luz que alumbraba el lugar. Grandes velas colaboraban con la causa, además de crear un ambiente envidiable y romántico. Muchos chicos, con las mismas zapatillas, toallas y pulseras que yo. Todos desnudos. Hablándose en silencio con suntuosos juegos de miradas. A mano izquierda la sauna, a la derecha el baño turco y recto la barra de un bar con camareros de gimnasio en bañadores cortos. Había también un cartel que indicaba dónde estaban los “cuartos oscuros”, numerados del uno al diez.
Me sentí durante más de tres minutos aturdido, desubicado, confundido. Jóvenes y ancianos, flacos y gordos, feos y guapos, todos estaban unidos en aquél lugar para dar y recibir placer. Como si de una secta se tratara. Sin embargo, no rezaban ni creían en ningún ser divino que puede o no existir más allá del firmamento, ni siquiera creían que la presa a la que acechaban les gustaba. Allí todos buscábamos sexo. Sólo sexo. Para recrearnos y fantasear, tal y como los heteros hacéis mientras imagináis vuestro último polvo y os masturbáis, pero sin que ronden imágenes superfluas y transparentes por nuestra mente, en vivo y en directo.

Empezaba a sentirme cómodo entre tantos hombres, tipos que podrían haber sido vecinos míos, profesores o incluso, algún compañero de trabajo.
Me adentré en la sauna, el penetrante olor a eucalipto refrescaba mis pulmones y los de los que estaban dentro de esa enorme caja de maderas perfectamente alineadas. Mis respiraciones profundas acompañaban guiños, contemplando sin pestañear a un yogurín que tímidamente me devolvía las miradas cada ciertos segundos y que imprimía, bajo su toalla blanca un gran miembro. Me sentía cruel al pensar que le destrozaría la vida, que él también cerraría de un portazo al de oír la noticia de su médico de cabecera, pero sin darme tiempo a más, con un rápido gesto con el cuello inclinando la cabeza me incitó a salir de la acalorada sala. Abrió la puerta de cristal con delicadeza, a sabiendas que yo estaba justo detrás de él pero sin girarse para cerciorarse. Le seguí hasta que entró en uno de esos cuartos, el número seis, en los que reina la oscuridad y en los que tan sólo había un espejo y un pequeño muro de hormigón para hacer realidad fantasías.

Sin decir una palabra se avanzó jadeando hasta mi encuentro, pues yo permanecía tan inmóvil como el viejo del vestuario, se lanzó contra mí y me besó introduciendo su lengua hasta mis amígdalas. Su suave tacto acariciaba mis músculos, para aquél entonces ya algo desnutridos. Entre la penumbra veía cómo me miraba fijamente después de cada beso. No hablaba, ni siquiera murmuraba. Sentía como nuestros cuerpos sudados se unían, chorreando incansablemente, gimiendo en cada impulso, gozando de cada parte de nuestro organismo. Sólo se escuchaban sollozos y gritos de mi acobardamiento ante mi excitación al tener dentro algo tan grande. Nada es obsceno si proviene del deseo. Nos besábamos, mordíamos, golpeábamos y enculábamos mirándonos al espejo. El uno al otro y viceversa. Probamos con muchas posturas y disfrutamos durante más de hora y media del placer de penetrar sin querer, de ser querido sin tener que querer.
Sin decir nada y con serios síntomas de complicidad decidimos parar. Cruzamos nuestras miradas dibujando ambos pícaras sonrisas, abrí la puerta dirigiéndome al baño turco a descansar un rato. Él no sé dónde se marchó, pero sí que sé dónde acabó…

26.4.09

Sky is your limit

El que persevera, alcanza;
Se pueden romper, las leyes que rigen la balanza.
Lucha por cumplir tu
Sueño que las vidas no tienen más que un dueño.
 
Lá media no debe hacerte mella, 
Ya estés por encima, o por debajo de ella.
No te conformes con superar,
Anima al resto a coronar,
Una media, que no será la cima,
Sólo, la meta más vecina.
 
Estudiante, Whorf; Maestro, Sapir,
"Nuestra lengua rige nuestra forma de sentir"
Pues que los fallos sirvan para DERROCARTE
Del pequeño acantilado al immenso mar;
Una caída, que tal vez te hará llorar,
Pero mil visiones va a destaparte.
El español, da la vuelta,
El inglés, adverbializa la circumferencia,
6 millares de visiones; 1 esencia,
Si se quiere, se puede...doblar la recta.
 
Un pueblo que relega el talento,
Que valora al que se esfuerza
Y la fuerza que se pone en el momento,
Encomendó su destino al viento divino.
La cosa, salió bien 
Pero, fue la vez una entre cien.
Cuando el mundo ha vuelto a no ir fino,
Repetir ha sido un desatino.
No regales a los dioses tu futuro
Aunque te parezca duro;
No han demostrado que existen,
Y "gracias" a uno de ellos, 
Ama-niños, impunes, de blanco visten.
 
Si das más de lo que puedes dar,
Rezar nunca va a ser lo mejor que hacer.
El trabajo duro consigue que al "mejor"
Se le grabe, que aprenda con dolor
Que aún le queda un buen trecho,
Y que no tiene derecho a sacar tanto pecho.
 
El que persevera, alcanza;
Puedes romper, las leyes que rigen la balanza.
Lucha por cumplir tu
Sueño que las vidas no tienen más que un dueño.
 
                                                  Demurral

Escrit enviat com a col·laboració que teniem pendent de postejar. Merci!

25.4.09

Agua.

No era la madre que utilizaba la foto de sus hijos como marca páginas, aunque su edad se lo hubiera permitido, ni le importó que la sangre le calara dando fuerzas al viejo sobre el mar. No lo era.

No estaba afincada en la rutina como parapeto, que permite la intimidad en un lugar tan público, lo que la decantaba sobre el total de las incoherencias que llenaban el vagón. No lo estaba.

No miró a nadie de delante en busca de preguntas después de retozar con el sabor del tercer mundo, ni sintió ningún aullido, exhalado ni asmático; tampoco hubiera cambiado las cosas. No los miró.

No se inmutó mientras levantaba el suelo con sus ojos hacia arriba, hacia adentro y hasta ninguna parte, ni se molestó en devolverle la sangre de entre sus labios porque ahora era suya, como cada una de sus lágrimas. No lo hizo.

No recogió las cajas de cds que quedaron esparcidas por el suelo como turcos sin cabeza, ni ninguna de las balas de cinco y diez euros de la alfombra roja ante sus pies. No lo hizo.

No respondió al maquinista que le preguntaba, ya casi a la sombra, mientras corría, ni le miró ofreciéndole una lima, ni le hizo levantar la mano derecha, ni sintió su aliento presionando sobre lo que quedaba de cuerpo. No lo hizo.

No.
No lo hizo.

Título imposible

Son de esos escritos que no pueden llevar título porque hablan de todo.. y de nada también :)


Tú, yo y el silencio.
tú, yo, el silencio y el sonido de un beso.

Sobre el negro no se puede pintar, mi vida,
sólo borrar,
borrar cascadas,
dibujar ríos que van al silencio,
cabales de besos,
bosques de amores.
¡Nosotros!, vosotros sois nosotros,
y nosotros vosotros,
yo y tú,
tú y yo,
nosotros los dos,
el río en silencio
y el cielo silbando.

La leche de la llave de metal,
tuberías de fuego,
canela de sangre.
Y tú que no paras de pintar sobre negro,
todos los colores
y ningún color,
sin luz,
pero con luz mi alma,
negra, como el cubierto de la llave,
de metal, por supuesto,
plateada como el gris,
como el humo ciudadano,
aunque mejor diría,
como el ciudadano ahogado.

Sin fe,
el silencio nos acoge moribundos a sus garras,
callar y callar,
zarpar sobre zarpas;
la soledad se alivia con un sólo suspiro,
y con amor.

Amor de raíces,
tú y yo,
nosotros somos ellos
y vosotros también,
y yo soy ellos
y tú eres ellos,
pero ¿ellos quiénes son?
piruetas del tiempo,
los hombres grises de aquella novela olvidada,
sin nombre,
anónimo el autor de las palabras muertas
-muertas, porque generan trance,
y martirio;
vivas, porque aún respiran-.

Todos somos ellos
y ellos no son nadie,
burbuja burbuja,
grandiosa burbuja de humo, ¡grandiosa!
Tremendo vacío colosal negro.

21.4.09

Kilómetro 134

Llevas tres o cuatro horas viendo paisajes pasar por la ventanilla. Entonces, como por arte de magia, el mundo te parece haber sido pintado al óleo. La luz, tú, o quién sabe qué... pero sólo por eso te vale la pena el viaje.

fam

a Em vaig menjar el món i em vaig passar tres dies al llit amb indigestió.

18.4.09

Alguna cosa

No sé molt bé que escriure. La veritat es que fa dies que una veu al cap (de les moltes que desafortunadament hi tinc sovint) em parla d’escriure. I es clar, el reste de la cambra del congrés que tinc sobre les espatlles divaga, com sempre. Uns diuen “Si si, estàs cridat a escriure un llibre que alliberi la humanitat dels seus mals” un altra veu diu “…i que t’alliberi a tu de la maledicció que tens per aconseguir diners!”. Per altra banda uns opinen “Escriure, una gran teràpia, va molt bé per buidar-te i fer neteja” mentre un altre sector diu “Escriure? Bah, ni en saps, ni serveix per res i a més, ni tant sols arribaràs a fer-ho...com la major part de les idees que et passen pel cap”.

Aquesta imatge de parlament primitiu al meu cap sovint em recorda a Matrix; Quan el Neo està a la sala de l’arquitecte i l’envolten centenars de pantalles de televisió on es veu a si mateix en multituds de facetes, expressions i reaccions. Però el que més em preocupa d’aquest orgue de gats que duc dins, són les coses en les que totes les veus es posen d’acord...o pitjor encara, les coses que es donen per sabudes.

M’explico: Ben poques veus dins el meu cap posen en dubte que tinc un problema per a guanyar diners. Poques o més aviat cap posen en dubte que tinc una faceta tempestuosa i grisa: una especie de casaca d’heroi derruït per les onades de la vida, que s’aixeca però sabent que tornarà a caure i tornarà a aixecar-se i cada cop ho farà amb les vestidures més esparracades i amb el somriure més ferit. Tampoc hi ha gaires dissidents dins meu que s’atreveixin a qüestionar que sóc una persona poc activa. I fa temps que cap veu s’alça per dir “Debatem les inseguretats del nostre hoste! De veritat es i serà sempre insegur de si mateix?”.

La reflexió a la que em porta tot això, es que les afirmacions que estan a debat, en certa mida i amb major o menor esforç, han de ser aprovades per mi -aquesta mena de dirigent superat per les circumstàncies que sóc de mi mateix- i per tant, tinc capacitat per decidir si faig cas a aquesta perversa reunió de multiples “jo” o si més no, a quina facció faig cas. La proba es que estic escrivint, per tant, he optat per donar valor a les afirmacions de la facció terapèutica.

L’impediment, pel contrari, es quan no hi ha cap veu alternativa i el missatge –amb tot de matisos- es simplifica en “no pots”/”no podràs”/”no ets capaç”. Però hi ha una cosa pitjor; Les idees que no estan a debat. Les assumpcions d’irrefutibilitat en algunes qüestions que ja he comentat.

Fa temps que vaig entendre intel•lectualment que la responsabilitat de la meva experiència vital, només recau en mi mateix. No fa tant de temps que en sóc conscient. Però sembla que l’espurna que ha d’engegar el motor no arriba mai. Sembla que espero eternament el dia en el que despertaré i podré ser algú nou. El dia en el que faré un cop d’estat i cap d’aquestes veus tornarà a sonar dins el meu cap, perquè hauré discernit quina de totes es la meva veritable veu. Espero un raig del cel que m’il•lumini i em tregui de sobre la falta de pro-activitat, l’excés de diàleg intern, el masoquisme de maltractar-me amb un nivell exquisit d’intel•ligència que, emprat en altres qüestions podria ser molt útil, la certesa de que tants cops com m’aixequi tornaré a caure...en definitiva, espero la llum que trencarà el meu astut ego i em deixarà ser jo, sense parlar-me més de mi, sense jutjar-me, sense limitar-me i per tant, podent oferir el que sigui que he vingut oferir a qui sigui que ho he d’oferir.

Si tingués un port USB sota la pell hi connectaria una impressora i imprimiria un llistat de totes les creences que mantinc sobre mi i que encara no he posat en dubte. I em fa por que acabés amb tots els arbres del món al fer-ho. Em fa por saber que hi ha mil consignes dins meu que em limiten i em caricaturitzen, que em fan victima i em condemnen i no tenir-hi accés. En el fons, el que em fa ràbia es tenir-les dins sense haver-les triat.

I es en aquest punt en el que fàcil –i condescendentment- condemno a aquells que el dit assenyalador indica com a culpables. Escola, mitjans, polítics, corporacions, religió, coneguts, familiars i la llista pot continuar tant com ho pot fer un ressentiment, que no es més que pujar corrent unes escales que no porten enlloc.

Els moments més feliços de la meva vida he estat present. Els moments en els que he estat present, han sigut els més feliços de la meva vida. M’explico. Els moments on el meu cervell s’ha hagut d’encendre per adonar-se racionalment de que em sentia ple, invencible, afortunat i gloriós eren els moments on el cervell restava en segon (o tercer, o quart) plà.

Com faig que aquests moments de veritable vida no siguin només accidents afortunats? Com aconsegueixo viure en un etern present si tot el que faig es projectar un futur en el que podré gaudir-ne? Com faig gran i més gran i més present, aquesta escletxa de llum que –i em sento agraït per això- m’ha fet veure que es pot Ser, més enllà de fingir o pensar que ets?

Suposo que a falta de rajos cegadors de llum provinents del cel que em deixin ser jo mateix, converteixo el present en un projecte a llarg plaç. Suposo que aquest cervell tant ràpid que tinc, encara no el puc considerar una sort perquè segueix actuant en contra meu la major part del temps. I es clar, si quan em fa mal l’esquena, m’enfado amb ella, com no he d’estar enfadat amb el meu jo racional? I em dic allò que tants cops he dit abans a d’altres. Com pretens estar bé si hi ha parts de tu que no vols, parts que rebutges o negues?

I aquí ve el vertigen. Les múltiples veus de l’ego sobre-protector s’engeguen per dir-me coses com “A veure si descobriràs quelcom de tu que no t’agradarà!” i de fons escolto la vella frase, la que jo, ingenu, ja donava per morta i probablement alimento encara, tot mirant cap una altra banda: “A veure si t’adonaràs, tu i tothom, del frau que ets!”

T’imploro estimat ego, que deixis de posar-me perills on no hi són, per tal de seguir protegint-me. Et demano amb l’amor que mai ho he fet, que acceptis el teu nou lloc i no generis més pors, impediments o amenaces, només per no quedar-te sense feina. Si no ho podem fer tu i jo junts...com se suposa que ho ha de fer el món? Com se suposa que els que viuen de la guerra han de deixar de fer-ho, si ni tant sols jo puc, perquè una part de mi té por de quedar-se sense encàrrecs de protecció? Valoro molt la feina que has fet per mi al llarg de la vida i de les vides que ja dec haver viscut. Sé perfectament i potser es el primer cop que t’ho dic, que m’has salvat la vida en moltes ocasions i des d’aquest agraïment, et demano romandre alerta per quan et necessiti, però que mai més m’inmobilitzis per por a ser oblidat i menystingut.

Avui, 16 d’abril de 2009, et demano que anem junts de la mà, però en la mateixa direcció.

Roger Mercader, Berlin.

13.4.09

Naranja

Ala, dues entrades de cop :).



Correr, saltar y erguir el cuerpo,
encadenado lanzándose hacia la cúpula terrestre
y amar, saltar y suspirar tan fuerte
como el viento sopla, como el viento espanta,
vendaval, vendaval, vendaval
que traes lluvia a tus pies;
lluviar y mojar paraguas.

Naranja, naranja,
el paraguas salió volando hacia el cielo,
también quería correr, saltar, y ¡venga!
¡Yérguete, paraguas, hacia la cúspide celestial!,
¡tú llegarás!,
tú sobrepasarás los límites de tus hierros andrajosos.

Oxidado estás, enmohecido,
con un ovillo enredado;
el gato pisó la madeja,
falso, se regocijó en ella,
y saltó tal maraña a los lingotes,
a las espadas del paraguas naranja.
Vuélvete azul,
camaleón del cielo.

Y cuando ya veía los pájaros volar cerca de él,
cuando ya había olvidado el humo de Barcelona,
cuando no recordaba que en un tiempo fue paraguas,
la mozuela lo asió y apuñándolo en sus mano, lo bajó;
y así parece ser que el poema terminó.
Lo importante no es si nosotros creemos en Dios, sino si Dios cree en nosotros y, lo que es más importante, si Dios cree en sí mismo. La magia sí existe. Es en cuanto que cree ser y actúa en cuanto que creemos que actúa.
“¿La magia existe?” preguntó el niño al adulto. “Sí”, le respondió. “¿Y por qué en el cuento de Jerónimo dice que no?”, el niño replicaba. “Porque en los cuentos se cuentan muchas historias, (incluso que la magia no existe)”.
“La magia confía en sus propias cartas” murmuró el adulto. Pero el viejo, abatido, objetó que no hay carta que no funcione bajo el mandato del azar. Y Dios, que aunque no creía en ellos, sí confiaba en sí mismo, mascullando insultos los repudió, y mientras se marchaba (volando), decía para sus adentros: “la luz no es blanca ni en broma, vosotros queréis que sea blanca”.

7.4.09

Vida

Se'ls miraven amb cara de perplexitat, aquells llargs cabells negres havien sortit del no res en l'ample camp de patates. El marit assegurava que al dia anterior no havia vist absolutament res, més que quatre males herbes que va arrencar de socarrel. La dona sense acabar d'entendre res va agafar amb força els cabells i els va estirar enlaire fins que es sentí un crit fort i agut, era clar, allò era una persona. Van intentar parlar-hi, després del crit de dolor el més fàcil era que pronunciés alguna paraula més, però no hi va haver manera. Així que l'home que assegurava no haver vist res el dia anterior però que ara ja no n'estava tant segur, va agafar una pala i poc a poc va intentar treure la terra que envoltava el negre. Res, era tant dura com una pedra i qualsevol intent d'extreure aquella misteriosa criatura era del tot inútil. Va agafar el telèfon i quan estava a punt de clicar el primer digit de la central policial del poble, la dona que ja es començava a veure implicada en problemes que podrien tenir una mala repercussió pel seu futur, va agafar-li el mòbil i el va apagar (quantes preguntes i mals de caps els podia haver ocasionat aquella trucada!?) 


La Marta havia mort feia tant sols quatre dies, però les seves cendres havien de ser llençades al vent en poc temps, perquè així ho desitjava ella i així li havia demanat a en Quim qui, entre llàgrimes i gemecs agònics, havia acceptat de fer-li tal promesa sense, en aquell moment, parar-se a pensar que difícil seria agafar aquell grapat de pols, mirar-lo detingudament i regalar la seva estimada Marta al moviment, imperturbable, del vent, sabent que potser mai, més que en fotos, tornaria a veure el seu rostre somrient entre petó i petó.


El marit que ja no sabia què havia vist i què no, es va despertar quasi sense recordar el fet tant extraodinari del dia anterior. Va buscar la seva dona pertot, però no la va certar fins que mirà camp enllà, on s'havien trobat els cabells llargs. Corrent s'hi va apropar i agafant fort a la seva muller va veure que, del terra, ara en sortia un tros de front: un front petit però tendre, un front que quasi deixava entreveure algun pèl de cella. Van, entre els dos, tornar a intentar arrencar aquell cos de terra, estirant amb totes les forces, però, tal i com l'altre cop, no aconseguiren més efecte que un crit agut. Així que l'únic que podien fer era recollir les patates que tocava, deixant de banda els nervis i mirant de no fer-ne malbé cap. 


En la sisena nit, després de les cinc anteriors en vetlla, va somiar amb ella que tornava, que entrava per casa com qui res deixava el seu bolso de pell girada sobre la taula, agafava la tasa que posava Marta i es servia un tè amb llet mentre li explicava tot el que havia fet durant el dia, la gent que havia entrat a la botiga, la nova oferta de treball que li havien proposat, i mil coses més que, feia dues setmanes, no li haurien importat gaire més que de costum, però que en aquell dia va sobrevalorar tant que es va despertar, suat i treient el fetge amb una impulsiva vomitada.


Dia rere dia, ambdós observaven com, lentament, allò, que en un principi havien sigut solsament quatre cabells, anava adquirint la forma d'una persona, més concretament d'una nena. Als tres, quatre dies ja quasi va tenir destapada tota la cara. Uns ulls ben grossos i verds declaraven gran sorpresa al veure tant a l'home com a la dona. En sortir el nas, la nena agafà la màxima quantitat d'aire que el seu cos podia aguantar, amb petites i continuades espiracions i expiracions. La parella pensava que amb la boca aquella nena els podria explicar quelcom trascendent en el seu passat, per saber com havien d'actuar, però la nena no sabia parlar, només balbucejava sons inintel·ligibles i demanava, amb senyals prou contundents (es menjava la sorra), que tenia molta gana. Així que des d'aquell moment hi havia una boca més per alimentar.


El temps, en un principi perllongat infinitament per la trista anyorança, ara tornava a la seva normalitat fent d'aquella engoixa extrema, que oprimia el pit amb la tenecitat d'un convetent de les guerres vietnamites, una nova sensació d'optimisme, d'esperança a noves emocions i relacions, una obertura al món que li havia estat vedat per un canvi de la sort; per fi podia dormir i somniar.


De seguida la van portar al metge, a la Marta -doncs així la van batejar-, presentant-la com a una neboda llunyana que havia perdut a sa mare i no tenia on anar. L'home de bata blanca se la mirar de dalt a baix, investigant totes les parts del seu cos amb gran presició i dient, finalment, que la noia gaudia d'una salut de roure. 


Dins el calaix una carta: una carta de fa temps «estimada Marta, sé que poc et queda, que potser demà ja no et veuré; tu també ho saps i desglaces cada segon amb un somriure, regalant-me una nova vida... recordo quan, com una nena petita, em vas preguntar: "on van els arbres quan moren?"..."enlloc"... potser m'equivocava».