29.5.09

A corazón abierto


En abril escribí un poema que se titulaba “Octubre”.

Estamos en abril y es otoño. Los dedos no dejan de agitarse para alejar las sucias hojas que se agarran a ellos. Los árboles, poco a poco, se van deshaciendo de sus viejos ropajes. Es otoño y abril, y hoy soy pelirroja. He estado dos horas muñendo una vaca y le he maullado a un perro que quería comérseme.

Escribo con mi única mano, ay, manca de mí.

He perdido mi mano izquierda cuando he empezado a estirarme y a estirarme, hasta conseguir alargarme. Y tanto me he alongado que he perdido la noción del espacio-tiempo. Y cada vez más fina, he empezado a dar vueltas y vueltas, y yo no sabía que el aire me hacía hacer formas en el cielo. Y así, bailando con el silbido de las nubes durante horas y horas, he pasado a ser una única línea suave, muy suave, fina, ligera y delicada.

Y, justo cuando pensaba que iba a desaparecer y que yo, que sólo era una línea, me iba a fundir en el aire, lo que quedaba de mi cabeza se ha juntado con lo que quedaba de mis pies; y tatatachán, ha ocurrido el milagro:

Circunferencia perfecta, una sola línea volando por el aire, y en el instante vacío del sintiempo...

…Ha llegado el gregal y ha expirado una sutil y mansa ráfaga de aire en mi parte superior; ha sido entonces cuando me he convertido en corazón.




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