26.9.09

Reservados

Se encontraba en un mundo hostil, deprimido y repleto de dinero a la merced de algunos, esperando vivir un sueño firmando un papel. La crisis económica, junto a ciertos acontecimientos históricos, como pandemias venidas de centro américa hacían de aquella época unos años difíciles para todos. Los bolsillos ya no tenían agujeros, pues los modistas solventaban el tenerse que comprar unos pantalones nuevos en el outlet del centro comercial. Las monedas ya no quedaban abandonadas o perdidas en el suelo, yacían bajo almohadas de pluma de ganso.
Algunos se caían del caballo varias veces, pero lograban levantarse para seguir adelante, lamentablemente con su incertidumbre laboral y su nada cotidiano. Miedo, mucho miedo.
Las entrevistas laborales eran conjuntas, a modo de terapia de grupo. Ya no existía la felicidad y peor aún: ya nadie la buscaba, se ceñían a proteger a los suyos hasta saciarse, conviritiéndose en un robot con sentimientos. Y la vida continuaba.
Los pájaros, las tortugas, las ranas, los caballos, los peces desapercibían dichas alteraciones económicas, los árboles incinerados llenaban hectáreas de bosques oscuros y los que aún eran verdes ejercían como podían su labor "a todo trapo", mientras algunos pensábamos que reciclar en el nuevo contáiner ecológico de la esquina iba a salvarnos. Pasado tras presente y el futuro al frente.
Los ayuntamientos utilizaban a la clase obrera para aparentar porcentajes, dejando bonitas las calles y avenidas para hacer más agradable nuestra nada cotidiana. Las guerras continuaban en ciertas partes del mundo por orgullo. Las canas ya no se teñían, eran sexys. La gente se levantaba tarde por culpa del programa de la noche anterior. Internet nos hacía más sabios y a la vez, más callados, más nuestros.
Y ahí estaba él, que no era más que un trozo de metal troquelado con letras en caja alta con una simpática comic sans en un restaurante de no menos de 70 euros el cubierto. Y cada día tenía más trabajo...

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