Ella caminaba lentamente, pensando en cada paso que dejaba atrás.
Él, con las mismas pretensiones de siempre: ser fiel a sus principios y a su estricta educación, llevaba todas las maletas y mochilas posibles y la seguía como podía.
Se conocieron por error en alguna red social, navegando en el mismo rumbo y con un timón que tomaba nombre de ratón. Después de muchos viajes, de uno y otro y de otro y uno, llegaba a puerto su relación, pues ella tenia que marchar lejos por mucho tiempo y ya no se bastaban de verse desnudos frente a una pantalla, donde hasta la más bella sonrisa no era más que un conjunto de píxeles.
Se despidieron mientras yo los observaba, diario en mano, desde un banco del pequeño aeropuerto de Reus e imaginaba esta historia. Un beso en la mejilla, sin más dilaciones, fue su último adiós.
Por lo que a mi concierne, no tuve tiempo para ver más, debía coger mi vuelo a San Sebastián para ver a los pixeles de mi vida.
¿Acabaría yo igual?
18.1.10
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario