De idas y venidas, de cambios esperados y esperanzados. Bienvenido a la república independiente de tu cuarto, que tampoco es tan república por su soberano canino y de la idependencia no hablemos que la tienen gastada por estos lares.
De busco una vida, alquilo casa, compro castillo sin compromiso, alquilo compañero, dilapido mi vida, ambiente de trabajo, trabaja donde sea, gente limpia y más de un impío, escritorio que va, escritura que viene, barrio tranquilo, no te fíes ni de tu padre (que también es muy tranquilo)...
Y yo aquí sentado en mi somier de noventa en mitad de la acera de Marina esquina Industria escribiendo mi pequeña libreta mientras llega el chico de la furgoneta.
27.11.10
Roger
“Por como se ve yo diría que fue Roger. Mi dulce conejo nunca fue muy bueno al volante.”
Jessica Rabbit
- Acéptalo Roger, no eres la mejor opción a este lado de la interestatal aunque ella no quiera verlo. Eres demasiado blanco, demasiado histérico, demasiado Rabbit, y tienes pelo en las piernas. Una hembra como Jessica necesita más a un Maxx que a un Bone. Y ella terminará por caer en la cuenta.
- "El papel de tu vida" dijo mi representante, valiente hijo de puta. Llena.
The Maxx
Bone
Jessica Rabbit
- Acéptalo Roger, no eres la mejor opción a este lado de la interestatal aunque ella no quiera verlo. Eres demasiado blanco, demasiado histérico, demasiado Rabbit, y tienes pelo en las piernas. Una hembra como Jessica necesita más a un Maxx que a un Bone. Y ella terminará por caer en la cuenta.
- "El papel de tu vida" dijo mi representante, valiente hijo de puta. Llena.
The Maxx
Bone
25.10.10
Cuando tu nombre se convierta en un verso
Cuando tu nombre se convierta en un verso,
suspiro de papel, corazón de plomo…,
cuando tus labios se conviertan en poemas,
y tus muslos en cifras,…
besaré tus párpados
y entonces ¡ay!
¡cómo correrán los pájaros!,
¡cómo arderán las fieras!,
¡cómo clamará el cielo!,
¡cómo explotarán los besos!,
¡ay! como se invisiblará mi alma.
20.7.10
Razones
"Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir."
Federico García Lorca
Las razones aritméticas son invariables, siempre que las necesitas las encuentras haciendo gala de constancia y coherencia intachables. Para un antecedente y un consecuente impuestos esta razón se mantendrá estoica con lo que ello conlleva.
Dado un problema numérico hablar de una solución es sólo cuestión de tiempo y de una voluntad progresista esclarecedora curiosa y resuelta. Incluso, una vez hallada la solución, la razón, en un alarde de valentía inherente a esa suerte progresista, se permite buscar el origen del problema mismo, con el afán de medirlo, analizarlo y solucionarlo, que no termina siendo otra cosa que ponerle nombre para dejar de temerlo.
Tengo mis razones para estar resuelto.
Federico García Lorca
Las razones aritméticas son invariables, siempre que las necesitas las encuentras haciendo gala de constancia y coherencia intachables. Para un antecedente y un consecuente impuestos esta razón se mantendrá estoica con lo que ello conlleva.
Dado un problema numérico hablar de una solución es sólo cuestión de tiempo y de una voluntad progresista esclarecedora curiosa y resuelta. Incluso, una vez hallada la solución, la razón, en un alarde de valentía inherente a esa suerte progresista, se permite buscar el origen del problema mismo, con el afán de medirlo, analizarlo y solucionarlo, que no termina siendo otra cosa que ponerle nombre para dejar de temerlo.
Tengo mis razones para estar resuelto.
Josefina la fantástica
"Adiós mis amigos, yo me voy a la gloria"
Isadora Duncan
Contaba treinta y seis años y dos ojos, que usaba poco, tanto los unos como los otros. Dado su tamaño reducido pasaba fatigas con cada escalón de madera que separaba la tienda del paquistaní del cuarto piso, donde residía junto a Josefina la Fantástica. Practicamente ya nadie la llamaba así, excepto él, y el vecino de abajo, alimento diario de la Fantástica, antiguo amigo de Josefina y segundo factor decisivo para la exclusión del bloque en el barrio y del propio Marcos en sus relaciones con el género femenino.
Pasados los primeros diez días, el vecino del tercero dejó de deleitarse con el contoneo sensual que producía el andador contra los amarillentos baldosines del suelo del cuarto, pero sólo lo tomó como un desprecio. Pasados diez más empezó a sorprenderle que tampoco respondiera con su canto a su radio matutina ni recitara su frase en mitad de la noche. Pasados otros diez el paquistaní encontró que había hecho menos caja ese mes y lo atribuyó al calor de ese verano infernal.
Texto: CarlosJNavarro
Fotografía: CarlosJNavarro
18.6.10
31.5.10
Mentiras.
Y dejó caer su moneda como, de pequeño, tiras un papel al suelo sin que te vea tu madre. La moneda giró indecisa rozando la constelación de manchas que decoraban las baldosas, entre los pies de la multitud, hasta que cesó su giro reposando sobre su cara. Para entonces él ya estaba de espaldas.
Años más tarde, para la pregunta del barquero sólo había una respuesta:
-No. No tengo un amor. Aposté una vez pero...
Años más tarde, para la pregunta del barquero sólo había una respuesta:
-No. No tengo un amor. Aposté una vez pero...
22.3.10
Muy interesante (más que la revista)
Hola a todos, entiendo que este blog no debe ser para colgar links pero este me parece suficientemente interesante para el grupo :) A descargar como locos !!!!
http://mega-pdf.com/
26.2.10
Vacío
El vacío me ha hecho el vacío.
Ya no tengo nada.
Angusto. El mundo sobrecargado,
En Barcelona no se esconden héroes.
Héroe vacío,
Suspiro sin nombre exhalado en el horizonte oblicuo,
ora se une con una bocanada angustiosa,
ora se pierde oscilando sobre la arena amarga.
En Barcelona, el aire es azul; el cielo, gris,
y el aire huele a la aroma del perfume verde de las hojas.
El sobre de Gus
El sobre de Gus
Recibí un sobre de Gus. Hacía días que no me contaba lo mal que le iba todo. A menudo me decía que le dolía el espíritu, que nunca era de día y que el cielo nos engañaba con su claro azul para que sonriésemos, pero que seguía siendo permanentemente de noche. La noche eterna. Una noche sin estrellas, una noche vacía de luna. Yo nunca le creía, yo quería que el cielo fuera azul clarito; es más cómodo. Me decía también que el mar era negro, negro e infinito, y angustioso y que su color oscuro se reflejaba en el cielo, pero que ese sol que acabaría desapareciendo lo aclarecía un poco, modificando su color de negro infinito a azul oscuro. Me decía también que ese azul oscuro del cielo de día era el color de la tragedia, de la tragedia humana, de la desazón vital, de la sensación de sentirse insignificante, mortal y sin Dios en un momento en el que daba la sensación que el cemento del suelo siempre sería gris. Ah sí, es que esto no es todo, había mandado más de cinco cartas al Ayuntamiento pidiendo, probablemente exigiendo, que pintaran de una vez el color del suelo de Barcelona porque, de no ser así, el mundo ─ la sociedad ─ caería en un espiral amargo muy muy pero que muy gris, gris como el cemento.
El sobre de Gus era azul. De ese azul tan hondo del mar. Sólo tenía escritas nuestras direcciones y nuestros nombres. Dentro venía un papel en blanco y unas tijeras. Lo abrí, cogí las tijeras y corté el papel en dos partes asimétricas que, ajuntadas de nuevo, parecían dos siameses deformes. No sé por qué lo hice, ni para qué. Tampoco así logré entender el mensaje. Mi hermana mayor, Lauri, y yo intentamos descifrar el mensaje durante toda la tarde; no hallamos respuesta alguna que fuera mínimamente coherente. No tenía que serlo.
Llamé a Gus: “el número al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento, inténtelo más tarde”. No quise intentarlo más tarde porque me supo mal el tono en que lo decía esa voz prepotente. Probé al fijo: Gus ya había cogido el vuelo hacía Burgos. ¿Qué vuelo? Tardaría cinco meses y catorce días en volver.
Caí en la cuenta de que si el sobre era azul oscuro significaba tragedia. ¿Pero qué tragedia? Las tijeras significarían algo así como cortar y el papel en blanco era lo qué cortaba. ¿Era ese papel símbolo de lo perdido? ¿O era símbolo de su ahogada vida? Tres meses después pensé que quizás yo era ese papel.
Resulta que Gus volvió antes de ayer con su maleta azul marino. Picó al timbre de mi puerta. Tardé cuatro minutos en abrir. Él aprovechó para descansar en el rellano, sentado en un escalón del color del granito. Cuando se levantó le abrí. Nos miramos antes de darnos ese beso extraño que se dan los enamorados cuando no saben si deben seguir su instinto o apartarse. No hablamos nada. Dejó su maleta en el recibidor, me dirigió hacia el sofá. Nos sentamos. Abrió la botella de vino que había comprado hacía un año y que nunca habíamos llegado a probar. Sorbo a sorbo, nos bebimos dos copas. Seguimos callando: él mirándome a los ojos, yo escondiendo mi mirada de miedo y sorpresa. Se acercó todavía más y aprovechó que tenía la boca aun levemente abierta por el asombro para introducir su lengua y moverla en un remolino estruendoso. Estuvimos bailando un vals muy lento y seguimos el baile en la habitación: él bailaba su lengua en mi entrepierna, yo hacía bailar mis senos en su tez.
Nos dijimos adiós con los ojos. Cuando ya había cerrado la puerta y había echado a andar por el pasillo, vi dos sobres deslizarse por el suelo del recibidor. Venían de detrás de la puerta. Abrí el que tenía el número uno, esta vez no era azul negruzco, era blanco, y dentro se disculpaba por el sobre de hacía cinco meses, y me decía que yo merecía otro sobre más especial, y que abriese el número dos. Lo abrí. Dentro había unas tijeras rotas y muchísimos trocitos de papel enganchados con celo grueso en una tira de unos veinte centímetros. En este sobre también había un papel, me decía que si yo no había conseguido entenderlo a él, ¿quién iba a hacerlo? Me dijo que no volvería a romper conmigo con un símbolo que yo pudiera no saber interpretar. ─ ¿Qué yo pudiera no saber interpretar? ¡Si era imposible!─.
Entonces caí en la cuenta de lo qué había pasado. Quise, desde mi ingenuo corazón, pensar que quiso enviarme un mensaje indescifrable para tenerme entretenida y así no hacerme daño, pero no pude. Me sentí una marioneta tirada a la basura y recuperada del contenedor. Me acerqué corriendo al balcón, lo conocía demasiado como para saber que estaba mirando desde la calle los geranios de mi terracita con cara de simulada indiferencia (esto es a menudo un rasgo inconsciente) pero con un dolor tremendo en el pecho. Estiré el brazo y lancé la colilla del cigarro que se me había consumido entre los dos dedos. Luego estiré el otro brazo y solté los tres sobres, el de hacía ya cinco meses y los de aquel día, y cayeron nueve pisos abajo. Bueno, no voy a mentiros, aunque no quiero que penséis que soy algo frívola: la verdad es que los lancé de la misma manera que el Discóbolo soltará un día de estos ese disco que lleva tantos siglos agarrando y que no para de girar sobre sí mismo preparado para llegar al espacio y atravesar un planeta en una grieta iracunda.
El caso es que de Gus nunca más volví a saber nada.
Noviembre 2009
22.2.10
Casualidades
Segundo día sin dormir y otra sacudida inesperada a mitad de la noche.
Por lo general, el sentimiento de frustración rasga nuestra realidad soterrando la inconsciencia más cercana a la felicidad, mina nuestras decisiones de una manera silenciosa, y constante. Pero a veces no. A veces, de hecho solo un par de veces o tres en la vida, en los casos en que el paciente no presenta patologías específicas, esa frustración debora el límite intentando ejercer de eximente, sacando lo mejor de cada uno de la manera más pura, más límpia, más animal. Es entonces cuando nos mostramos, cuando utilizamos la violencia para expresar lo que somos aunque entendamos que no nos lleva a ninguna parte.
Durante los siguientes venticinco años ella había cumplido resignada el papel de figura paternal y madre amantísima al tiempo. Cuidaba además a Pedro hasta en el último detalle, como queriendo devolverle el orgullo que ella misma le arebataba cada vez que decía que era una personita muy especial. Cada día le vestía cuidadosamente en un orden meticuloso mientras él le tocaba el pelo con una fuerza descontrolada y la mirada perdida. Pantalones perfectamente planchados, camisa de cuadros por dentro, americana al uso y bocadillo envuelto acompañado de zumo y sus correspondientes servilletas en la cartera de metal que su hermano le había traido de América y ala, a la plaza. Todo el mundo conocía a Pedro, cumplía de libro su figura en aquel pequeño pueblo de Ávila, y no había vecino que no le tuviera cariño.
Sebastián , por su parte, había hecho las veces de paladín de Pedro, cualquier niño que se metiera con él sabía que tendría problemas con su hermano Sebas. Su constitución física evidentemante más pequeña que la de Pedro nunca le resultó un problema para ganarse cierta fama. Mientras estuvo en el pueblo, claro. Después las cosas cambiaron. Pedro siempre estuvo presente mientras Sebas creció, estudió en Madrid y se marchó a Estados Unidos a especializarse en patologías psicológicas irreversibles. De alguna manera Sebas también estuvo presente mientras Pedro crecía.
Llegado el momento, Sebas conoció a una colega brillante y se casó. Su trabajo como investigador y teórico en su campo le permitió volverse a vivir al pueblo, y ella estaba encantada con la tranquilidad que le ofrecía Ávila. Por otro lado su madre no podía esperar un final mejor para su hijo, y tenerle tan cerca le regalaba un tiempo del que nunca había dispuesto ya que Pedro pasaba la mitad del tiempo en casa de su hermano, jugando con su cuñada y enseñándole Castellano. Ella había pensado que era buena idea que Pedro la ayudara a mejorar el idioma y con algunas cosas en la casa, que le haría sentirse útil a sus cuarenta y tres años, y la verdad es que últimamente estaba más estable. Pedro y ella pasaban mucho tiempo juntos incluso se quedaba a dormir a veces. A ella también le tocaba su pelo negro de cuando en cuando.
Aquella tarde Sebas acompañó a su madre a un pueblo cercano para mirar una cama eléctrica de las que levantan la mitad, tras una semana de negociaciones con ella para que comprendiera que le sería más cómodo, que no era una lisiada y que podía valerse por si misma, pero que le sería más cómodo. Los veinte minutos que les separaban del otro pueblo se los pasaron contando anécdotas de cuando Pedro y él eran jóvenes, de lo bien que lo pasaban juntos jugando al escondite, de lo que costaba encontrar a Pedro y de el conejo negro que tenía que no dejaba dormir a nadie. De aquel conejo Sebas casi ni se acordaba y el recuerdo le dejó un sabor de boca extraño que cerró la conversación. Al salir de la tienda Sebas llamó a su esposa para saber si necesitaba algo del supermercado pero ella no respondió al teléfono.
Treinta minutos más tarde, y tras dejar a su satisfecha madre en su portal, Sebas abrió la puerta de su casa encontrándose a Pedro con una taza de café caliente, la mirada más consciente que le recordaba y una sonrisa socarrona.
--¿Te acuerdas cuando jugabamos de pequeños en el patio? ¿lo que te costaba encontrarrme?
Sebas se asustó, no era normal toda aquella elocuencia y tranquilidad.
-- Hola hombre, parece que hoy toca recordar. – Mientras se encaminaba hacia el estudio.
-- Recuerdo una noche que me escondí debajo la mesa vieja de papá para que si venía mamá por la noche no le hiciera nada a mi conejito. Pero no vino. Anoche también me escondí, estábais haciendo mucho ruido, no podía dormir. Le encanta que la llames conejito ¿verdad?
Sebas apenas prestó atención, estaba desgarrando lentamente la bolsa de plástico que tenía su esposa en la cabeza. Sin llorar, sin gritar, comprendiendo exactamente lo que pasaba y recordando haber escrito más de un artículo sobre ello.
Por lo general, el sentimiento de frustración rasga nuestra realidad soterrando la inconsciencia más cercana a la felicidad, mina nuestras decisiones de una manera silenciosa, y constante. Pero a veces no. A veces, de hecho solo un par de veces o tres en la vida, en los casos en que el paciente no presenta patologías específicas, esa frustración debora el límite intentando ejercer de eximente, sacando lo mejor de cada uno de la manera más pura, más límpia, más animal. Es entonces cuando nos mostramos, cuando utilizamos la violencia para expresar lo que somos aunque entendamos que no nos lleva a ninguna parte.
Durante los siguientes venticinco años ella había cumplido resignada el papel de figura paternal y madre amantísima al tiempo. Cuidaba además a Pedro hasta en el último detalle, como queriendo devolverle el orgullo que ella misma le arebataba cada vez que decía que era una personita muy especial. Cada día le vestía cuidadosamente en un orden meticuloso mientras él le tocaba el pelo con una fuerza descontrolada y la mirada perdida. Pantalones perfectamente planchados, camisa de cuadros por dentro, americana al uso y bocadillo envuelto acompañado de zumo y sus correspondientes servilletas en la cartera de metal que su hermano le había traido de América y ala, a la plaza. Todo el mundo conocía a Pedro, cumplía de libro su figura en aquel pequeño pueblo de Ávila, y no había vecino que no le tuviera cariño.
Sebastián , por su parte, había hecho las veces de paladín de Pedro, cualquier niño que se metiera con él sabía que tendría problemas con su hermano Sebas. Su constitución física evidentemante más pequeña que la de Pedro nunca le resultó un problema para ganarse cierta fama. Mientras estuvo en el pueblo, claro. Después las cosas cambiaron. Pedro siempre estuvo presente mientras Sebas creció, estudió en Madrid y se marchó a Estados Unidos a especializarse en patologías psicológicas irreversibles. De alguna manera Sebas también estuvo presente mientras Pedro crecía.
Llegado el momento, Sebas conoció a una colega brillante y se casó. Su trabajo como investigador y teórico en su campo le permitió volverse a vivir al pueblo, y ella estaba encantada con la tranquilidad que le ofrecía Ávila. Por otro lado su madre no podía esperar un final mejor para su hijo, y tenerle tan cerca le regalaba un tiempo del que nunca había dispuesto ya que Pedro pasaba la mitad del tiempo en casa de su hermano, jugando con su cuñada y enseñándole Castellano. Ella había pensado que era buena idea que Pedro la ayudara a mejorar el idioma y con algunas cosas en la casa, que le haría sentirse útil a sus cuarenta y tres años, y la verdad es que últimamente estaba más estable. Pedro y ella pasaban mucho tiempo juntos incluso se quedaba a dormir a veces. A ella también le tocaba su pelo negro de cuando en cuando.
Aquella tarde Sebas acompañó a su madre a un pueblo cercano para mirar una cama eléctrica de las que levantan la mitad, tras una semana de negociaciones con ella para que comprendiera que le sería más cómodo, que no era una lisiada y que podía valerse por si misma, pero que le sería más cómodo. Los veinte minutos que les separaban del otro pueblo se los pasaron contando anécdotas de cuando Pedro y él eran jóvenes, de lo bien que lo pasaban juntos jugando al escondite, de lo que costaba encontrar a Pedro y de el conejo negro que tenía que no dejaba dormir a nadie. De aquel conejo Sebas casi ni se acordaba y el recuerdo le dejó un sabor de boca extraño que cerró la conversación. Al salir de la tienda Sebas llamó a su esposa para saber si necesitaba algo del supermercado pero ella no respondió al teléfono.
Treinta minutos más tarde, y tras dejar a su satisfecha madre en su portal, Sebas abrió la puerta de su casa encontrándose a Pedro con una taza de café caliente, la mirada más consciente que le recordaba y una sonrisa socarrona.
--¿Te acuerdas cuando jugabamos de pequeños en el patio? ¿lo que te costaba encontrarrme?
Sebas se asustó, no era normal toda aquella elocuencia y tranquilidad.
-- Hola hombre, parece que hoy toca recordar. – Mientras se encaminaba hacia el estudio.
-- Recuerdo una noche que me escondí debajo la mesa vieja de papá para que si venía mamá por la noche no le hiciera nada a mi conejito. Pero no vino. Anoche también me escondí, estábais haciendo mucho ruido, no podía dormir. Le encanta que la llames conejito ¿verdad?
Sebas apenas prestó atención, estaba desgarrando lentamente la bolsa de plástico que tenía su esposa en la cabeza. Sin llorar, sin gritar, comprendiendo exactamente lo que pasaba y recordando haber escrito más de un artículo sobre ello.
2.2.10
Diagonales
                                                                        foto: Roger Mercader
Las diagonales son lineas caprichosas que van del cielo al subsuelo sin rechistar.Van del amor al miedo y de vuelta al amor.
Van de tus hombros a tus pies y de mi mano a tu espalda.
Todo está lleno de diagonales, que son el camino mas largo entre arriba y abajo.
Entre abajo y arriba.
Mi diagonal va hacia arriba.
De mi incapacidad a mis sueños.
Del miedo de nuevo al amor. Al Amor.
De la pena a la esperanza.
De mi mente a mi corazón.
De nosotros a mi, para poder ser Nosotros.
Del pasado al presente.
Del futuro al presente.
Del anhelo tímido al objetivo claro.
De la escasez a la abundancia.
Mi diagonal se cruza con la tuya y ambas tocan el cielo.
Y con ellas Nosotros. Y con Nosotros quien quiera.
Y cada vez la diagonal se hace mas y mas perpendicular al suelo. Al cielo.
Y cada vez subimos mas rápido. Y no hay fin.
No mientras sepamos que soñar es crear. No mientras dependa de Nosotros.
Y hasta que dejemos de tener cuerpo, no depende de nadie mas.
1.2.10
28.1.10
Nuestra canción
Radiohead – Everything is in its right place
Justo antes no sabíamos nada. Justo antes tal vez temimos que fuera otro desengaño. Pero todo sucedió tan fácil que parecía que no éramos nosotros los que habíamos decidido que esto naciera.
Llegasteis con las mismas dudas, temores y timidez que nosotros llevábamos dentro. Y poco a poco las defensas cayeron y lentamente nos sumergimos en un momento presente que duró quince días.
Tom Yorke no dejaba de repetir que todo estaba en su sitio. No es que eso aportara nada nuevo, porque era algo evidente por si mismo. Todo fluyó con la facilidad con la que crece la hierba o con la naturalidad que hace que la serpiente cambie una piel muerta por una nueva y brillante.
Fluyeron las palabras, nerviosas al principio. Después fluyeron las risas, que aliviaron la tensión. Después empezaron a nacer sentimientos y deseos y sin darnos cuenta, nuestras manos marcaron tu piel entre gritos de placer, espasmos de dolor y la sensación de estar mas vivos que nunca.
El tiempo paró y podría haber parado para siempre. Yo hubiese roto todos los relojes y quemado todos los calendarios para perderme en esta espiral infinita. Una espiral en la que las fronteras entre unos y otros se disipan, ahí donde el pensamiento deja de ser un policía para convertirse en la madre que solo se preocupa de dar amor, comprensión, fuerza y paz.
Fuimos solo un canal. El canal por el que el Universo recordó que se puede marcar el cuerpo de alguien por amor, que se puede vivir y convivir olvidando todos los miedos aprendidos, que se puede ofrecer sin limite y sin limite recibir, que el juicio no es necesario para sobrevivir, y que sobrevivir es lo que hacen aquellos con miedo. El Universo recordó que la moral, la norma y la regla son vacuas cuando estás lleno por dentro. Fuimos el canal por el cual se expresó la realidad de que cualquier ser despierto del Universo sabe diferenciar entre un acto de amor y otro de miedo.
Pero no tuve tiempo de romper todos los relojes y de quemar todos los calendarios. Y tuvimos que decir “hasta luego”. Y lo hicimos siendo otras personas. Unas personas mas libres, mas llenas y mas grandes. Unas personas que por fin se atrevieron a sentir plenamente. Unos seres que saben que no se puede amar sin llorar y que llorar puede ser el fruto de una felicidad hermosa y eterna.
Y ahora que no estáis aquí, cuando Tom Yorke sigue diciendo que everything is in its right place, me cuesta un poco creerle y hasta me dan ganas de decirle que no. Pero en el fondo sé que así es y así ha sido siempre.
Nuestros puños están apretados para que el tiempo pase rápido hasta que se pare de nuevo.
Justo antes no sabíamos nada. Justo antes tal vez temimos que fuera otro desengaño. Pero todo sucedió tan fácil que parecía que no éramos nosotros los que habíamos decidido que esto naciera.
Llegasteis con las mismas dudas, temores y timidez que nosotros llevábamos dentro. Y poco a poco las defensas cayeron y lentamente nos sumergimos en un momento presente que duró quince días.
Tom Yorke no dejaba de repetir que todo estaba en su sitio. No es que eso aportara nada nuevo, porque era algo evidente por si mismo. Todo fluyó con la facilidad con la que crece la hierba o con la naturalidad que hace que la serpiente cambie una piel muerta por una nueva y brillante.
Fluyeron las palabras, nerviosas al principio. Después fluyeron las risas, que aliviaron la tensión. Después empezaron a nacer sentimientos y deseos y sin darnos cuenta, nuestras manos marcaron tu piel entre gritos de placer, espasmos de dolor y la sensación de estar mas vivos que nunca.
El tiempo paró y podría haber parado para siempre. Yo hubiese roto todos los relojes y quemado todos los calendarios para perderme en esta espiral infinita. Una espiral en la que las fronteras entre unos y otros se disipan, ahí donde el pensamiento deja de ser un policía para convertirse en la madre que solo se preocupa de dar amor, comprensión, fuerza y paz.
Fuimos solo un canal. El canal por el que el Universo recordó que se puede marcar el cuerpo de alguien por amor, que se puede vivir y convivir olvidando todos los miedos aprendidos, que se puede ofrecer sin limite y sin limite recibir, que el juicio no es necesario para sobrevivir, y que sobrevivir es lo que hacen aquellos con miedo. El Universo recordó que la moral, la norma y la regla son vacuas cuando estás lleno por dentro. Fuimos el canal por el cual se expresó la realidad de que cualquier ser despierto del Universo sabe diferenciar entre un acto de amor y otro de miedo.
Pero no tuve tiempo de romper todos los relojes y de quemar todos los calendarios. Y tuvimos que decir “hasta luego”. Y lo hicimos siendo otras personas. Unas personas mas libres, mas llenas y mas grandes. Unas personas que por fin se atrevieron a sentir plenamente. Unos seres que saben que no se puede amar sin llorar y que llorar puede ser el fruto de una felicidad hermosa y eterna.
Y ahora que no estáis aquí, cuando Tom Yorke sigue diciendo que everything is in its right place, me cuesta un poco creerle y hasta me dan ganas de decirle que no. Pero en el fondo sé que así es y así ha sido siempre.
Nuestros puños están apretados para que el tiempo pase rápido hasta que se pare de nuevo.
18.1.10
Kamikaces
Y mientras unos pensaban sólo en ser los amos
del mundo a base de guerras inútiles en tierras
lejanas, otros juraban su muerte con bombas
lapa creyendo que ahí estaba su verdadera
salvación.
del mundo a base de guerras inútiles en tierras
lejanas, otros juraban su muerte con bombas
lapa creyendo que ahí estaba su verdadera
salvación.
11
Noviembre siempre quiso ser Agosto, envidiaba la felicidad de sol y playa que éste proporcionaba a las gentes, sin distinguir clases sociales ni el color de las pieles.
Olvidó que en él también se puede descubrir la felicidad, porque si las buscas, puedes ser feliz cada día del año. Paseando por un parque, amaneciendo junto a canciones sin título, cuando Noviembre va perdiendo ya su nombre y las noches se adelantan puedes descubrir que bajo la timidez de árboles desnudos y pisando hojas húmedas por la lluvia de la noche anterior, existen miles de nidos de pájaros dispuestos con una arbitrariedad aparente, poblando los árboles masificados de ramas sin ropa, tronquitos perfectamente alineados, situados estratégicamente y con ilusión de cumplir la misión de crear un hogar digno para una familia de petirrojos, alondras o cardenales.
Las calles se visten de gala y consumismo, esperando que llegue Diciembre, que nos brinda la oportunidad de volver a ver a nuestros seres más queridos, celebrando lo más parecido a una amnistía internacional, donde hasta el que no cree, cree y vuelve a casa, aunque sólo sea para hacer feliz a los suyos. Noviembre no es la sombra de Diciembre ni la de cualquier otro mes, pues el que busca seguro que encuentra, el que quiere también se puede enamorar, el que escucha seguro que aprende, el que no llora no mama y el que muere es recordado como en cualquier otra época del año.
Olvidó que en él también se puede descubrir la felicidad, porque si las buscas, puedes ser feliz cada día del año. Paseando por un parque, amaneciendo junto a canciones sin título, cuando Noviembre va perdiendo ya su nombre y las noches se adelantan puedes descubrir que bajo la timidez de árboles desnudos y pisando hojas húmedas por la lluvia de la noche anterior, existen miles de nidos de pájaros dispuestos con una arbitrariedad aparente, poblando los árboles masificados de ramas sin ropa, tronquitos perfectamente alineados, situados estratégicamente y con ilusión de cumplir la misión de crear un hogar digno para una familia de petirrojos, alondras o cardenales.
Las calles se visten de gala y consumismo, esperando que llegue Diciembre, que nos brinda la oportunidad de volver a ver a nuestros seres más queridos, celebrando lo más parecido a una amnistía internacional, donde hasta el que no cree, cree y vuelve a casa, aunque sólo sea para hacer feliz a los suyos. Noviembre no es la sombra de Diciembre ni la de cualquier otro mes, pues el que busca seguro que encuentra, el que quiere también se puede enamorar, el que escucha seguro que aprende, el que no llora no mama y el que muere es recordado como en cualquier otra época del año.
en el patio de la escuela
En el patio del colegio casi todos juegan juntos,
por grupos. Unos saltan a la comba, otros
juegan al escondite, otros con la última moda
en cromos y los demás a fútbol. Enfermeros,
mecánicos, funcionarios, arquitectos, ingenieros,
tenderos y macarrillas. Éstos últimos pegaron
un balonazo en la cara a la única muchacha
que jugaba sola y todos reían. Qué graciosos.
por grupos. Unos saltan a la comba, otros
juegan al escondite, otros con la última moda
en cromos y los demás a fútbol. Enfermeros,
mecánicos, funcionarios, arquitectos, ingenieros,
tenderos y macarrillas. Éstos últimos pegaron
un balonazo en la cara a la única muchacha
que jugaba sola y todos reían. Qué graciosos.
Mujeres y hombres.
La mujer debía permanecer en casa para complacer al hombre, su hombre, tanto en la cocina como en la cama. Durante décadas había sido así, ¿por qué cambiarlo ahora? Las mujeres, quizás sin reconocerlo, se mantenían con la misma postura, seguían a merced del hombre: se operaban las tetas, los labios, se quitaban arrugas y las patas de gallo, se maquillaban a diario sólo para gustar más. Seguían ocupándose de la casa, de lavar la ropa, de pensar en qué hacer de comida y.... de hacerla, de los niños, de controlar los gastos. ¿Qué había cambiado realmente? ¿Su dignidad? No. Ellas trabajaban tanto como los hombres, governaban ministerios de justícia pero... seguían sin conducir en el viaje de turno en familia. ¿Qué pasaría si dejaran de hacer todo esto? ¿Se convertirían en hombres?
paisajes
No hay nada más bonito que observar fíjamente unos labios carnosos, ojos verdes y un bonito perfil con el pelo recogido mirando incansablemente y sin razón aparente el paisaje por la ventana del interraíl. Una imagen perfecta para mi máquina de fotos, pero no encontraba en ningún lugar papel para imprimir la instantánea con mi antigua Polaroid.
Aquella mañana comprendí que los aburridos paisajes pintados de verde y azul con acrílicos daban rienda suelta a los sentidos y a la vez, tenían sentido. Las vacas daban movimiento y vitalidad a ese estático y duradero silencio verde; las nubes, sin más dilaciones intentaban contrastar una saturación vitalicia de color cyan; los árboles empezaban a teñir sus hojas de otoño y algunos pájaros huían a lugares donde el frío no helera las zonas donde no llegaba el sol. No existían las parcelas, ni siquiera el hombre.
Sólo estaba ella, frente a mi, tarareando una vieja canción de Barry White, “You are the first, you are the last”. Sonriendo inintencionadamente mientras yo la miraba sin pestañear. No quería perderme ni un instante de aquella postal que nunca tendré la oportunidad de tener frente a mis ojos. No importaba lo que pensara, ni la conocía ni pretendía hacer lo posible para que me conociera, pero era la manera de conservar la inspiración en mi retina. Yo sólo pretendía congelar su labios, su mirada, su perfil. Cogí la libreta torpemente y me decidí a dibujarla sin trazos, sin manchas de carboncillo ni goma de borrar, escribí lo que mis ojos veían con letras porque era la única manera de tenerla guardada en un papel, algo físico, materialmente más duradero que una simple imagen visual y mental, quería poder recordarla sin esa nieblilla que entela los ojos cuando piensas en el pasado. Unos minutos más tarde me pidió, en un impulso de simpatía, leer lo que escribía... pero, por suerte, no logró entenderlo.
Aquella mañana comprendí que los aburridos paisajes pintados de verde y azul con acrílicos daban rienda suelta a los sentidos y a la vez, tenían sentido. Las vacas daban movimiento y vitalidad a ese estático y duradero silencio verde; las nubes, sin más dilaciones intentaban contrastar una saturación vitalicia de color cyan; los árboles empezaban a teñir sus hojas de otoño y algunos pájaros huían a lugares donde el frío no helera las zonas donde no llegaba el sol. No existían las parcelas, ni siquiera el hombre.
Sólo estaba ella, frente a mi, tarareando una vieja canción de Barry White, “You are the first, you are the last”. Sonriendo inintencionadamente mientras yo la miraba sin pestañear. No quería perderme ni un instante de aquella postal que nunca tendré la oportunidad de tener frente a mis ojos. No importaba lo que pensara, ni la conocía ni pretendía hacer lo posible para que me conociera, pero era la manera de conservar la inspiración en mi retina. Yo sólo pretendía congelar su labios, su mirada, su perfil. Cogí la libreta torpemente y me decidí a dibujarla sin trazos, sin manchas de carboncillo ni goma de borrar, escribí lo que mis ojos veían con letras porque era la única manera de tenerla guardada en un papel, algo físico, materialmente más duradero que una simple imagen visual y mental, quería poder recordarla sin esa nieblilla que entela los ojos cuando piensas en el pasado. Unos minutos más tarde me pidió, en un impulso de simpatía, leer lo que escribía... pero, por suerte, no logró entenderlo.
cibermundos
Ella caminaba lentamente, pensando en cada paso que dejaba atrás.
Él, con las mismas pretensiones de siempre: ser fiel a sus principios y a su estricta educación, llevaba todas las maletas y mochilas posibles y la seguía como podía.
Se conocieron por error en alguna red social, navegando en el mismo rumbo y con un timón que tomaba nombre de ratón. Después de muchos viajes, de uno y otro y de otro y uno, llegaba a puerto su relación, pues ella tenia que marchar lejos por mucho tiempo y ya no se bastaban de verse desnudos frente a una pantalla, donde hasta la más bella sonrisa no era más que un conjunto de píxeles.
Se despidieron mientras yo los observaba, diario en mano, desde un banco del pequeño aeropuerto de Reus e imaginaba esta historia. Un beso en la mejilla, sin más dilaciones, fue su último adiós.
Por lo que a mi concierne, no tuve tiempo para ver más, debía coger mi vuelo a San Sebastián para ver a los pixeles de mi vida.
¿Acabaría yo igual?
Él, con las mismas pretensiones de siempre: ser fiel a sus principios y a su estricta educación, llevaba todas las maletas y mochilas posibles y la seguía como podía.
Se conocieron por error en alguna red social, navegando en el mismo rumbo y con un timón que tomaba nombre de ratón. Después de muchos viajes, de uno y otro y de otro y uno, llegaba a puerto su relación, pues ella tenia que marchar lejos por mucho tiempo y ya no se bastaban de verse desnudos frente a una pantalla, donde hasta la más bella sonrisa no era más que un conjunto de píxeles.
Se despidieron mientras yo los observaba, diario en mano, desde un banco del pequeño aeropuerto de Reus e imaginaba esta historia. Un beso en la mejilla, sin más dilaciones, fue su último adiós.
Por lo que a mi concierne, no tuve tiempo para ver más, debía coger mi vuelo a San Sebastián para ver a los pixeles de mi vida.
¿Acabaría yo igual?
-exia
Soy infeliz. No puedo más.
No me satisfacen los pocos pechos que Dios
me ha dado. La curva ureña de la nariz me
irrita al pensar que los demás ven lo mismo que
yo cuando me miro al espejo. Tengo las orejas
descomunales y además, salientes. Mis labios son
tan finos e irrisorios que podría decir que no
tengo. Tengo bello en las patillas y hasta la enorme
cadera que soporta mi encorvada espalda
agranda mi trasero.
- Doctor, he decidido operarme.
- ¿De la vista?
No me satisfacen los pocos pechos que Dios
me ha dado. La curva ureña de la nariz me
irrita al pensar que los demás ven lo mismo que
yo cuando me miro al espejo. Tengo las orejas
descomunales y además, salientes. Mis labios son
tan finos e irrisorios que podría decir que no
tengo. Tengo bello en las patillas y hasta la enorme
cadera que soporta mi encorvada espalda
agranda mi trasero.
- Doctor, he decidido operarme.
- ¿De la vista?
6.1.10
Petons als arbres gelats
Petons als arbres gelats.
La teva tasa blava del café, amb cullera de porcelana
i el meu ukelele, amb un arc de sant martí pintat,
diuen que hauríem de sortir ara mateix
a fer-li petons als arbres gelats,
perque tothom necessita amor i dolçor
Diuen que si sortim ara, ompliràn
la nostra habitació de papallones de colors
i mai més es retrasaràn els avions,
el metro no farà tard tampoc
i la cua de la fruiteria serà petita petita,
la senyora del mercat ens regalarà dolçaines
i el turc de la carnisseria ens picarà l'ullet
en demanar-li la carn picada.
La teva forquilla preferida li ha dit a la cassola petita
que si sortim ara a ferli petons als arbres gelats,
descongerlarà el llac tan aviat com pugui
i ens podrem banyar, fer una barbcoa
i jugar amb els conills del parc.
Els revisors del metro cambiaràn la seva feina
per una de major tendressa i regalaran pastissos
en demanar-se un café als bars.
Quan he anat a fer el sopar, la fregidora i la torradora
s'han plantat davant meu i desde la porta m'han cridat
que si sortim ara a fer petons als arbres gelats
jo, treballaré amb nens i escriuré contes meravellosos
i la teva música sonarà a totes les dimensions posibles
de milions d'universos de colors.
La teva tasa blava del café, amb cullera de porcelana
i el meu ukelele, amb un arc de sant martí pintat,
diuen que hauríem de sortir ara mateix
a fer-li petons als arbres gelats,
perque tothom necessita amor i dolçor
Diuen que si sortim ara, ompliràn
la nostra habitació de papallones de colors
i mai més es retrasaràn els avions,
el metro no farà tard tampoc
i la cua de la fruiteria serà petita petita,
la senyora del mercat ens regalarà dolçaines
i el turc de la carnisseria ens picarà l'ullet
en demanar-li la carn picada.
La teva forquilla preferida li ha dit a la cassola petita
que si sortim ara a ferli petons als arbres gelats,
descongerlarà el llac tan aviat com pugui
i ens podrem banyar, fer una barbcoa
i jugar amb els conills del parc.
Els revisors del metro cambiaràn la seva feina
per una de major tendressa i regalaran pastissos
en demanar-se un café als bars.
Quan he anat a fer el sopar, la fregidora i la torradora
s'han plantat davant meu i desde la porta m'han cridat
que si sortim ara a fer petons als arbres gelats
jo, treballaré amb nens i escriuré contes meravellosos
i la teva música sonarà a totes les dimensions posibles
de milions d'universos de colors.
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