15.6.09

Don núm 2

Simplemente se disolvía. No tenía constancia de si mismo y por eso al concretarse era como una hoja de papel virgen incapaz de contar nada que no pudiera escribirse en ese mismo instante. Era una nube de humo blanco. Es por eso que en momentos absurdos, en que se materializaba con suficiente densidad como para agarrar un bolígrafo, trataba de concretar a modo de esbozo las compactas volutas que se dibujaban a si mismas. De esta manera había llenado una decena de libretas de esbozos aerostáticos que no eran más que lo que podría ser el rastro de un caracol babeante. Los dibujos servían sólo para hacer memoria rápidamente de lo que era, cosa cada vez más fácil aunque aún casi imposible, y cobrar visibilidad sólo a partir del propósito.

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