28.1.10

Nuestra canción

Radiohead – Everything is in its right place

Justo antes no sabíamos nada. Justo antes tal vez temimos que fuera otro desengaño. Pero todo sucedió tan fácil que parecía que no éramos nosotros los que habíamos decidido que esto naciera.

Llegasteis con las mismas dudas, temores y timidez que nosotros llevábamos dentro. Y poco a poco las defensas cayeron y lentamente nos sumergimos en un momento presente que duró quince días.

Tom Yorke no dejaba de repetir que todo estaba en su sitio. No es que eso aportara nada nuevo, porque era algo evidente por si mismo. Todo fluyó con la facilidad con la que crece la hierba o con la naturalidad que hace que la serpiente cambie una piel muerta por una nueva y brillante.

Fluyeron las palabras, nerviosas al principio. Después fluyeron las risas, que aliviaron la tensión. Después empezaron a nacer sentimientos y deseos y sin darnos cuenta, nuestras manos marcaron tu piel entre gritos de placer, espasmos de dolor y la sensación de estar mas vivos que nunca.

El tiempo paró y podría haber parado para siempre. Yo hubiese roto todos los relojes y quemado todos los calendarios para perderme en esta espiral infinita. Una espiral en la que las fronteras entre unos y otros se disipan, ahí donde el pensamiento deja de ser un policía para convertirse en la madre que solo se preocupa de dar amor, comprensión, fuerza y paz.

Fuimos solo un canal. El canal por el que el Universo recordó que se puede marcar el cuerpo de alguien por amor, que se puede vivir y convivir olvidando todos los miedos aprendidos, que se puede ofrecer sin limite y sin limite recibir, que el juicio no es necesario para sobrevivir, y que sobrevivir es lo que hacen aquellos con miedo. El Universo recordó que la moral, la norma y la regla son vacuas cuando estás lleno por dentro. Fuimos el canal por el cual se expresó la realidad de que cualquier ser despierto del Universo sabe diferenciar entre un acto de amor y otro de miedo.

Pero no tuve tiempo de romper todos los relojes y de quemar todos los calendarios. Y tuvimos que decir “hasta luego”. Y lo hicimos siendo otras personas. Unas personas mas libres, mas llenas y mas grandes. Unas personas que por fin se atrevieron a sentir plenamente. Unos seres que saben que no se puede amar sin llorar y que llorar puede ser el fruto de una felicidad hermosa y eterna.

Y ahora que no estáis aquí, cuando Tom Yorke sigue diciendo que everything is in its right place, me cuesta un poco creerle y hasta me dan ganas de decirle que no. Pero en el fondo sé que así es y así ha sido siempre.

Nuestros puños están apretados para que el tiempo pase rápido hasta que se pare de nuevo.

18.1.10

Kamikaces

Y mientras unos pensaban sólo en ser los amos
del mundo a base de guerras inútiles en tierras
lejanas, otros juraban su muerte con bombas
lapa creyendo que ahí estaba su verdadera
salvación.

11

Noviembre siempre quiso ser Agosto, envidiaba la felicidad de sol y playa que éste proporcionaba a las gentes, sin distinguir clases sociales ni el color de las pieles.
Olvidó que en él también se puede descubrir la felicidad, porque si las buscas, puedes ser feliz cada día del año. Paseando por un parque, amaneciendo junto a canciones sin título, cuando Noviembre va perdiendo ya su nombre y las noches se adelantan puedes descubrir que bajo la timidez de árboles desnudos y pisando hojas húmedas por la lluvia de la noche anterior, existen miles de nidos de pájaros dispuestos con una arbitrariedad aparente, poblando los árboles masificados de ramas sin ropa, tronquitos perfectamente alineados, situados estratégicamente y con ilusión de cumplir la misión de crear un hogar digno para una familia de petirrojos, alondras o cardenales.
Las calles se visten de gala y consumismo, esperando que llegue Diciembre, que nos brinda la oportunidad de volver a ver a nuestros seres más queridos, celebrando lo más parecido a una amnistía internacional, donde hasta el que no cree, cree y vuelve a casa, aunque sólo sea para hacer feliz a los suyos. Noviembre no es la sombra de Diciembre ni la de cualquier otro mes, pues el que busca seguro que encuentra, el que quiere también se puede enamorar, el que escucha seguro que aprende, el que no llora no mama y el que muere es recordado como en cualquier otra época del año.

en el patio de la escuela

En el patio del colegio casi todos juegan juntos,
por grupos. Unos saltan a la comba, otros
juegan al escondite, otros con la última moda
en cromos y los demás a fútbol. Enfermeros,
mecánicos, funcionarios, arquitectos, ingenieros,
tenderos y macarrillas. Éstos últimos pegaron
un balonazo en la cara a la única muchacha
que jugaba sola y todos reían. Qué graciosos.

Mujeres y hombres.

La mujer debía permanecer en casa para complacer al hombre, su hombre, tanto en la cocina como en la cama. Durante décadas había sido así, ¿por qué cambiarlo ahora? Las mujeres, quizás sin reconocerlo, se mantenían con la misma postura, seguían a merced del hombre: se operaban las tetas, los labios, se quitaban arrugas y las patas de gallo, se maquillaban a diario sólo para gustar más. Seguían ocupándose de la casa, de lavar la ropa, de pensar en qué hacer de comida y.... de hacerla, de los niños, de controlar los gastos. ¿Qué había cambiado realmente? ¿Su dignidad? No. Ellas trabajaban tanto como los hombres, governaban ministerios de justícia pero... seguían sin conducir en el viaje de turno en familia. ¿Qué pasaría si dejaran de hacer todo esto? ¿Se convertirían en hombres?

paisajes

No hay nada más bonito que observar fíjamente unos labios carnosos, ojos verdes y un bonito perfil con el pelo recogido mirando incansablemente y sin razón aparente el paisaje por la ventana del interraíl. Una imagen perfecta para mi máquina de fotos, pero no encontraba en ningún lugar papel para imprimir la instantánea con mi antigua Polaroid.
Aquella mañana comprendí que los aburridos paisajes pintados de verde y azul con acrílicos daban rienda suelta a los sentidos y a la vez, tenían sentido. Las vacas daban movimiento y vitalidad a ese estático y duradero silencio verde; las nubes, sin más dilaciones intentaban contrastar una saturación vitalicia de color cyan; los árboles empezaban a teñir sus hojas de otoño y algunos pájaros huían a lugares donde el frío no helera las zonas donde no llegaba el sol. No existían las parcelas, ni siquiera el hombre.

Sólo estaba ella, frente a mi, tarareando una vieja canción de Barry White, “You are the first, you are the last”. Sonriendo inintencionadamente mientras yo la miraba sin pestañear. No quería perderme ni un instante de aquella postal que nunca tendré la oportunidad de tener frente a mis ojos. No importaba lo que pensara, ni la conocía ni pretendía hacer lo posible para que me conociera, pero era la manera de conservar la inspiración en mi retina. Yo sólo pretendía congelar su labios, su mirada, su perfil. Cogí la libreta torpemente y me decidí a dibujarla sin trazos, sin manchas de carboncillo ni goma de borrar, escribí lo que mis ojos veían con letras porque era la única manera de tenerla guardada en un papel, algo físico, materialmente más duradero que una simple imagen visual y mental, quería poder recordarla sin esa nieblilla que entela los ojos cuando piensas en el pasado. Unos minutos más tarde me pidió, en un impulso de simpatía, leer lo que escribía... pero, por suerte, no logró entenderlo.

cibermundos

Ella caminaba lentamente, pensando en cada paso que dejaba atrás.
Él, con las mismas pretensiones de siempre: ser fiel a sus principios y a su estricta educación, llevaba todas las maletas y mochilas posibles y la seguía como podía.
Se conocieron por error en alguna red social, navegando en el mismo rumbo y con un timón que tomaba nombre de ratón. Después de muchos viajes, de uno y otro y de otro y uno, llegaba a puerto su relación, pues ella tenia que marchar lejos por mucho tiempo y ya no se bastaban de verse desnudos frente a una pantalla, donde hasta la más bella sonrisa no era más que un conjunto de píxeles.
Se despidieron mientras yo los observaba, diario en mano, desde un banco del pequeño aeropuerto de Reus e imaginaba esta historia. Un beso en la mejilla, sin más dilaciones, fue su último adiós.

Por lo que a mi concierne, no tuve tiempo para ver más, debía coger mi vuelo a San Sebastián para ver a los pixeles de mi vida.
¿Acabaría yo igual?

-exia

Soy infeliz. No puedo más.
No me satisfacen los pocos pechos que Dios
me ha dado. La curva ureña de la nariz me
irrita al pensar que los demás ven lo mismo que
yo cuando me miro al espejo. Tengo las orejas
descomunales y además, salientes. Mis labios son
tan finos e irrisorios que podría decir que no
tengo. Tengo bello en las patillas y hasta la enorme
cadera que soporta mi encorvada espalda
agranda mi trasero.
- Doctor, he decidido operarme.
- ¿De la vista?

6.1.10

Petons als arbres gelats

Petons als arbres gelats.


La teva tasa blava del café, amb cullera de porcelana
i el meu ukelele, amb un arc de sant martí pintat,
diuen que hauríem de sortir ara mateix
a fer-li petons als arbres gelats,
perque tothom necessita amor i dolçor

Diuen que si sortim ara, ompliràn
la nostra habitació de papallones de colors
i mai més es retrasaràn els avions,
el metro no farà tard tampoc
i la cua de la fruiteria serà petita petita,
la senyora del mercat ens regalarà dolçaines
i el turc de la carnisseria ens picarà l'ullet
en demanar-li la carn picada.

La teva forquilla preferida li ha dit a la cassola petita
que si sortim ara a ferli petons als arbres gelats,
descongerlarà el llac tan aviat com pugui
i ens podrem banyar, fer una barbcoa
i jugar amb els conills del parc.
Els revisors del metro cambiaràn la seva feina
per una de major tendressa i regalaran pastissos
en demanar-se un café als bars.

Quan he anat a fer el sopar, la fregidora i la torradora
s'han plantat davant meu i desde la porta m'han cridat
que si sortim ara a fer petons als arbres gelats
jo, treballaré amb nens i escriuré contes meravellosos
i la teva música sonarà a totes les dimensions posibles
de milions d'universos de colors.