Ver mundo era su vida. Su ser insaciable le empujaba a ello. Pese a su edad, ya había captado la intensidad especiada de los olores y las gentes del medio oriente, se había levantado bajo el cielo multicolor de las madrugadas islandesas y había masticado su aire fresco; conocía el enorme corazón de África y de sus filosofías naturalistas, así como el de la India y el poderoso estoicismo de sus habitantes. Podía constatar las extrañezas de la fauna australiana y jactarse de conocer sus paraísos desiertos. Había recorrido desde la crudeza original de Alaska hasta la misma alma de Gaia en la vigorosa e implacable amazonia.
Un día, hojeando viejos álbumes, le pareció que su vida era sólo el cómputo de sus huidas de ésta.
9.1.09
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M'agrada el fet que hi hagi tantes referències dels llocs i les coses
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