9.5.11

Atila piernecitas

Nadie podía verle. LLevaba un rayo en la suela de sus zapatos de juego para que se viera al lanzar mientras mantenía la pose esperando el strike. Sus bolas rezaban "El azote de Dios" en un escandaloso amarillo que le gustaba mostrar en las fotos para el patrocinador y el bosillo de su camisa tenía bordado un pequeño elefante en el mismo color. Pero cuando venía a jugar a la bolera de la calle 24 seguía siendo "Mike piernecitas". Nadie que lo conociera podía olvidar aquellos shorts con los que su madre le castigó durante toda su juventud, ni el par finísimos tallos blancos que se descolgaban de ellos.


Lo encontraron desangrado en el callejón de atrás de la bolera con una zapatilla metida en la boca. La sangre que había brotado de su nariz le empapaba la camisa, ahora con el bolsillo arrancado, y llegaba hasta el suelo para mezclarse con el líquido negro bajo el contenedor. Alguien le dio una paliza con un bolo de reglamento para después dejarlo de pié justo delante de su cuerpo, a modo de última partida sin terminar. Desde luego al que sea le salió mal, ahora ya nadie recuerda sus shorts.


Atila