30.5.09

Mèrope

Mèrope

Galàctica confitura
de les maduixes més dolces,
els vidres que et conformen
són geomètricament perfectes
i tant suaus com estrambòtics

I tu, massa dolça per ser real
sembla que t'apagues
i tu, massa dolça per ser real
sembla que vas morint.

Llum irradiada a massa distància
però encara visible a l'ull nu
el teu pare encara suporta (a les esquenes)
les penes del mon
I tu, dolça però temerosa
brilles amb prudència, pagant el teu amor

I tu, massa dolça per ser real
sembla que t'apagues
i tu, massa dolça per ser real
sembla que vas morint.

Qui gaudiria d'un mortal tenint un deu?
Ell, agoserat, pagarà la pena i
carregarà esferes, com el teu pare
I tu, massa dolça per ser real,
cuidaràs de tots els seus germans.

Desde el firmament, allà a les Pleiades.

I tu, massa dolça per ser real
sembla que t'apagues
i tu, massa dolça per ser real
sembla que vas morint.

29.5.09

A corazón abierto


En abril escribí un poema que se titulaba “Octubre”.

Estamos en abril y es otoño. Los dedos no dejan de agitarse para alejar las sucias hojas que se agarran a ellos. Los árboles, poco a poco, se van deshaciendo de sus viejos ropajes. Es otoño y abril, y hoy soy pelirroja. He estado dos horas muñendo una vaca y le he maullado a un perro que quería comérseme.

Escribo con mi única mano, ay, manca de mí.

He perdido mi mano izquierda cuando he empezado a estirarme y a estirarme, hasta conseguir alargarme. Y tanto me he alongado que he perdido la noción del espacio-tiempo. Y cada vez más fina, he empezado a dar vueltas y vueltas, y yo no sabía que el aire me hacía hacer formas en el cielo. Y así, bailando con el silbido de las nubes durante horas y horas, he pasado a ser una única línea suave, muy suave, fina, ligera y delicada.

Y, justo cuando pensaba que iba a desaparecer y que yo, que sólo era una línea, me iba a fundir en el aire, lo que quedaba de mi cabeza se ha juntado con lo que quedaba de mis pies; y tatatachán, ha ocurrido el milagro:

Circunferencia perfecta, una sola línea volando por el aire, y en el instante vacío del sintiempo...

…Ha llegado el gregal y ha expirado una sutil y mansa ráfaga de aire en mi parte superior; ha sido entonces cuando me he convertido en corazón.




19.5.09

Un bar de mentiras

Escuchando a un hombre que se bebía un café me di cuenta de qué era lo que se crecía alrededor de mí: una bocanada de aire frío que no helaba pero que hacía encoger los huesos a cualquier ser humano poco astuto. Las gentes del lugar eran diferentes y lejanas: un hombre que jugaba a la tragaperra llevaba primero una larga coleta, hasta la cintura, pero luego desaparecía para volverle a crecer al instante; dos estetas con un cuaderno de arte se sentaban y se miraban los idénticos bigotes de pintor convencional de los años setenta; dos mujeres que parecían tener como oficio trabajos aún considerados indignos chismorreaban como cotorras; un tipo que escuchaba música sin calidad técnica los fines de semana precisamente se leía un libro bastante interesante; un padre y un hijo hablaban de cosas de familia; un hombre con traje azul y corbata incolora se sentaba frente a una muchacha invisible y, por último, una tipa, congelada por el céfiro que se aventuraba, escuchaba a aquel hombre que se bebía el segundo café del día.

La camarera en blanco y negro iba repartiendo cafés todo el tiempo, cientos de cafés que se le caían torpemente y cuyo líquido estaba empezando a inundar el bar. El líquido marrón, del color del barro, y la azúcar blanca estaban llenando las paredes del lugar, subiendo por estas como si se tratara de un mar que de tanto salpicar las rocas se ha descontrolado. Y todos siguieron con su papel, con su rol social de un mediodía cualquiera en un miércoles más.

Y resulta que el hálito que terminó con el mundo le trajo un carboncillo a la muchacha, pero no os lo ha querido dibujar. Lo escribió.

7.5.09

navaja suiza

Hermión llegó sonrisa en boca al trabajo. No es que le hubiera perdonado su mujer, ni que hubiera minvado su jaqueca habitual, ni tan siquiera que esa noche hubiera dormido mejor que la anterior; el motivo era su nuevo teléfono móbil. Dejó caer suavemente su chaqueta sobre el respaldo de la silla y, controlando sutilmente que todos los compañeros le miraran, sacó el aparato y lo dejó encima de su mesa. El primer comentario no tardó en salir de la boca de Eutenasio: - Hombre señor Hernández que teléfono más moderno se ha comprado, como se nota que su salario es el más alto de la oficina... Como mínimo este teléfono habrá costado unos 400€ -Sí, bueno en realidad 500€... pero tiene de todo, me han asegurado que es el mejor que hay en el mercado, una auténtica bestia! - ¿¡Como mínimo tendrá interné, no!? -¿Interné? buah... interné, blutu, gepeese, refigeración líquida, para ver vídeos... todo lo que puedas imaginar -¡Que grande es jefe! Y, ¿ya ha probado de llamar para ver como se oye? -¿Llamar? Que anticuado estás Eute, eso ya no se lleva.

6.5.09

Don núm 1

Mentía por compulsión, como si fuera un Narciso esquizofrénico. Una vez empezaba tenía que continuar saltando de un nenúfar flotante a otro, pasando sobre mentiras que apenas podían sostenerse a si mismas como para sostenerlo a él. Mentía con egotismo e ingenuidad, pues creía que para cada cual debía tejer una red a medida. En cada salto salpicaban algunas gotas que eran la pizca de verdad justa para redimirse de las mentiras anteriores. Pretendía estar empapado de agua clara pero su fugacidad lo mantenía a salvo de mojarse. Huía rompiendo la quietud del estanque, escapándose de las aterradoras imágenes que al paso dibujaba su propia figura en el agua, de nenúfares que se mecían turbulentes. Se mentía a si mismo y se hundía sin saberlo. Narciso nos aburría a mí y al resto. Era falaz fingiendo ser modesto.

4.5.09

Despedida

Estresada, la mujer miraba por la ventana. Desde su posición, en la tercera planta de un viejo edificio, podía ver su calle hasta la esquina por la izquierda, y hasta ciento cincuenta metros por la derecha, desde donde llegaría el coche que esperaba. No era una hora de mucho tráfico, lo que le permitió entretenerse contando cuántos automóviles blancos pasaban en comparación con los de otros coches. Treinta y cuatro era el número que hacía el de Roberto. Lo vio dejarlo en segunda fila con los warnings puestos, bajar del coche y perderse su cabeza al entrar en el portal. Oyó el ascensor. Esperó, pero no se detuvo en su planta. Extrañada salió al pasillo. Roberto subía por las escaleras, resoplando. Al verle, sólo atinó a decir –Ya no estás en edad de hacer tanto ejercicio, una día te dará algo. Y date prisa aunque sea por una vez, la maleta está en el vestidor y mi avión sale en menos de dos horas.
Él, mirándola con cierta ternura le dijo
Esperaba que la despedida hubiera sido diferente.