30.4.09

Típico sueño americano

Es el típico sueño americano. Hacerte rico con algo que no requiera mucho esfuerzo, comprar un deportivo y hacerte un hueco en la sociedad del alto copete, empezar a meterte coca, luego hacerlo 4 o 5 días a la semana. Entablar una relación con una mujer de bandera, también cocainómana (que ese sea el único vínculo a poder ser). Después de un año y media antártida de nieve, romper con ella. Caer en un bucle depresivo compulsivo en tu casa nueva, unifamiliar y de diseño, y meterte coca desde el almuerzo hasta la cena. Entre medio que caiga alguna puta. Probar algo más. El primer jaco. Y el segundo, tercero, y hasta perder la cuenta y casi la vida. Replanteártelo después de la sobredosis. Retirarte, gracias a las rentas mermadas hasta el raquitismo por el consumo, encontrar a una mujer en drogadictos anónimos con la que tener dos hijos, la parejita, y una tranquila e insignificante vida hasta la muerte.

29.4.09

Taquilla 1219

Nací hombre, pero siempre quise ser mujer. No tuve más remedio que salir del armario y convertirme en homosexual, o lo que comúnmente y de manera quizás algo desdeñosa las malas lenguas aclaman como marica.
Salí con más de cuarenta minutos de retraso del maldito médico de la Seguridad Social que me dio la denigrada noticia. Un gay sero positivo más. Así, no me quedó otra opción que, totalmente desolado, antes de escuchar que mi estado era ya avanzado y no podía recetarme medicación alguna, cerrar de un portazo la puerta del doctor Cugat e intentar vivir al máximo cada segundo que pasaba para que no se convirtiera en la manera más estúpida e inútil de malgastar el tiempo, mi tiempo, mi vida.

Bajé las escaleras del segundo piso del ambulatorio de color verde hospital. Cantidad de inenarrables olores intensos y áridos invadían mis fosas nasales, que veían como de manera perturbadora iban captando la fragancia de las grises ropas de ancianos que ocupaban todos los bancos y sillas de la sala.
Pasando por el rellano del primer piso me topé, despistado, con cien mil carritos de bebés, que componían benévolamente mediante lloros y chillidos una sinfonía apta sólo para padres cardíacos.

Decidí deambular por la ciudad sin destino meditado. Los pensamientos que rondaban mi cabeza se dividían, por una parte me sentía como la persona más imbécil del mundo, pero otra, más imprudente e impetuosa sabía que debía aprovechar el tiempo que me quedaba de vida al máximo. Sin motivaciones para pararme a pensar, como de costumbre, reaccioné de manera audaz. Me decanté una vez más por lo sencillo, por lo frágil e insípido, por el placer.
Cogí el metro, adentrándome sin pagar en el inmenso y silencioso mundo subterráneo, si no fuera por las melodías de desvergonzados cantautores que llenan de vida pasillos y estaciones a cambio de algún triste y lacio céntimo. Entré en el vagón y me convertí en el centro de atención de algunas miradas atónitas. No era de extrañar, solía vestir con un estilo alocado, ropas ajustadas de colores chirriantes y zapatos de nylon. Lucía mi peinado estrella, el pelo totalmente engominado y en punta, como si hubiera expuesto mis dedos a 220 voltios. Cejas depiladas. Pendientes, anillos y demás adornos y bisuterías resplandecían con ímpetu bajo la luz de los fluorescentes. Y colonia, mucha colonia, de la buena.
En pocos minutos me planté en la estación de Châtelet Les Halles, en el centro de París. Salí del metro después de perderme en los laberínticos pasadizos. La gente seguía observándome y probablemente juzgando mi sexualidad e incluso, mi vida. Pero no me importaba, fiel a mi particular manera de verla caminaba rápido y erguido. Eso sí, la posición de las manos, el ligero movimiento pélvico y la voz delataban y hacían evidente lo irrebatible.

Busqué un lugar del que un amigo algo sigiloso y entre la más estricta de las conversaciones me había hablado hacía algunas semanas. Me asombró que entre dos amigos homosexuales existieran esas distancias, tabúes y secretos que desmerecieran esa reciprocidad entre nosotros. Sin merodear la zona fui directo al local. No era necesario inspeccionar sus alrededores, lo interesante estaba allí dentro. Y cada vez anhelaba más entrar, desahogarme y expulsar activa o pasivamente exhausto y sin recelos la rabia que encomendaba.
Un simpático joven, al parecer nórdico y de no más de veinticinco años me recibió muy amablemente en una sala amplia, con aroma acaramelado, llena de luz y frialdad. Nos separaban a penas cincuenta centímetros, mientras tomaba mis datos, sentado tras esa alargada mesa de nogal. Una tenue canción de Barry White hacía que el silencio en la conversación fuese más plácido. Sus ojos eran verdes y su voz suave platicaba un francés imperfecto. Lástima que fuera él el recepcionista porque era monísimo. Después del breve diálogo me dio dos toallas, unas zapatillas de piscina y una pulsera azul marino con las llaves número 1219.
Abrí la puerta del vestuario y busqué nervioso e impaciente entre las tres paredes de taquillas. Allí estaba la mía. En la estancia no había más que un señor desnudo, algo canoso y desgastado sentado en una banqueta. Aunque parezca sorprendente creo que ni me vio entrar. Estaba petrificado, como si de una estatua se tratase. Ojos cerrados, inmóvil, yermo.
No obstante, sin pudor me quité los zapatos, los vaqueros ajustados y la camisa, dejándolo doblado todo en el interior. Cerré la puerta con llave y una vez desnudo me miré haciendo caras de chico interesante en el espejo durante escasos cinco segundos, ojeé extrañado si el abuelo seguía intacto y me dirigí hacia las duchas. Un rectángulo también azul marino con letras blancas informaban y dirigían hacía la derecha la “sala principal”. Seguí con tímidos pasos adelante hasta pasar por una puerta de tiras de plástico, que resguardaban la temperatura del lugar. La piel empezaba a sentirse arropada por el vaho, el calor aturdía mis sentidos y empezaba a sentirme observado. La luz pareció apagarse, hasta que mis pupilas se acomodaron y adaptaron a la tenue luz que alumbraba el lugar. Grandes velas colaboraban con la causa, además de crear un ambiente envidiable y romántico. Muchos chicos, con las mismas zapatillas, toallas y pulseras que yo. Todos desnudos. Hablándose en silencio con suntuosos juegos de miradas. A mano izquierda la sauna, a la derecha el baño turco y recto la barra de un bar con camareros de gimnasio en bañadores cortos. Había también un cartel que indicaba dónde estaban los “cuartos oscuros”, numerados del uno al diez.
Me sentí durante más de tres minutos aturdido, desubicado, confundido. Jóvenes y ancianos, flacos y gordos, feos y guapos, todos estaban unidos en aquél lugar para dar y recibir placer. Como si de una secta se tratara. Sin embargo, no rezaban ni creían en ningún ser divino que puede o no existir más allá del firmamento, ni siquiera creían que la presa a la que acechaban les gustaba. Allí todos buscábamos sexo. Sólo sexo. Para recrearnos y fantasear, tal y como los heteros hacéis mientras imagináis vuestro último polvo y os masturbáis, pero sin que ronden imágenes superfluas y transparentes por nuestra mente, en vivo y en directo.

Empezaba a sentirme cómodo entre tantos hombres, tipos que podrían haber sido vecinos míos, profesores o incluso, algún compañero de trabajo.
Me adentré en la sauna, el penetrante olor a eucalipto refrescaba mis pulmones y los de los que estaban dentro de esa enorme caja de maderas perfectamente alineadas. Mis respiraciones profundas acompañaban guiños, contemplando sin pestañear a un yogurín que tímidamente me devolvía las miradas cada ciertos segundos y que imprimía, bajo su toalla blanca un gran miembro. Me sentía cruel al pensar que le destrozaría la vida, que él también cerraría de un portazo al de oír la noticia de su médico de cabecera, pero sin darme tiempo a más, con un rápido gesto con el cuello inclinando la cabeza me incitó a salir de la acalorada sala. Abrió la puerta de cristal con delicadeza, a sabiendas que yo estaba justo detrás de él pero sin girarse para cerciorarse. Le seguí hasta que entró en uno de esos cuartos, el número seis, en los que reina la oscuridad y en los que tan sólo había un espejo y un pequeño muro de hormigón para hacer realidad fantasías.

Sin decir una palabra se avanzó jadeando hasta mi encuentro, pues yo permanecía tan inmóvil como el viejo del vestuario, se lanzó contra mí y me besó introduciendo su lengua hasta mis amígdalas. Su suave tacto acariciaba mis músculos, para aquél entonces ya algo desnutridos. Entre la penumbra veía cómo me miraba fijamente después de cada beso. No hablaba, ni siquiera murmuraba. Sentía como nuestros cuerpos sudados se unían, chorreando incansablemente, gimiendo en cada impulso, gozando de cada parte de nuestro organismo. Sólo se escuchaban sollozos y gritos de mi acobardamiento ante mi excitación al tener dentro algo tan grande. Nada es obsceno si proviene del deseo. Nos besábamos, mordíamos, golpeábamos y enculábamos mirándonos al espejo. El uno al otro y viceversa. Probamos con muchas posturas y disfrutamos durante más de hora y media del placer de penetrar sin querer, de ser querido sin tener que querer.
Sin decir nada y con serios síntomas de complicidad decidimos parar. Cruzamos nuestras miradas dibujando ambos pícaras sonrisas, abrí la puerta dirigiéndome al baño turco a descansar un rato. Él no sé dónde se marchó, pero sí que sé dónde acabó…

26.4.09

Sky is your limit

El que persevera, alcanza;
Se pueden romper, las leyes que rigen la balanza.
Lucha por cumplir tu
Sueño que las vidas no tienen más que un dueño.
 
Lá media no debe hacerte mella, 
Ya estés por encima, o por debajo de ella.
No te conformes con superar,
Anima al resto a coronar,
Una media, que no será la cima,
Sólo, la meta más vecina.
 
Estudiante, Whorf; Maestro, Sapir,
"Nuestra lengua rige nuestra forma de sentir"
Pues que los fallos sirvan para DERROCARTE
Del pequeño acantilado al immenso mar;
Una caída, que tal vez te hará llorar,
Pero mil visiones va a destaparte.
El español, da la vuelta,
El inglés, adverbializa la circumferencia,
6 millares de visiones; 1 esencia,
Si se quiere, se puede...doblar la recta.
 
Un pueblo que relega el talento,
Que valora al que se esfuerza
Y la fuerza que se pone en el momento,
Encomendó su destino al viento divino.
La cosa, salió bien 
Pero, fue la vez una entre cien.
Cuando el mundo ha vuelto a no ir fino,
Repetir ha sido un desatino.
No regales a los dioses tu futuro
Aunque te parezca duro;
No han demostrado que existen,
Y "gracias" a uno de ellos, 
Ama-niños, impunes, de blanco visten.
 
Si das más de lo que puedes dar,
Rezar nunca va a ser lo mejor que hacer.
El trabajo duro consigue que al "mejor"
Se le grabe, que aprenda con dolor
Que aún le queda un buen trecho,
Y que no tiene derecho a sacar tanto pecho.
 
El que persevera, alcanza;
Puedes romper, las leyes que rigen la balanza.
Lucha por cumplir tu
Sueño que las vidas no tienen más que un dueño.
 
                                                  Demurral

Escrit enviat com a col·laboració que teniem pendent de postejar. Merci!

25.4.09

Agua.

No era la madre que utilizaba la foto de sus hijos como marca páginas, aunque su edad se lo hubiera permitido, ni le importó que la sangre le calara dando fuerzas al viejo sobre el mar. No lo era.

No estaba afincada en la rutina como parapeto, que permite la intimidad en un lugar tan público, lo que la decantaba sobre el total de las incoherencias que llenaban el vagón. No lo estaba.

No miró a nadie de delante en busca de preguntas después de retozar con el sabor del tercer mundo, ni sintió ningún aullido, exhalado ni asmático; tampoco hubiera cambiado las cosas. No los miró.

No se inmutó mientras levantaba el suelo con sus ojos hacia arriba, hacia adentro y hasta ninguna parte, ni se molestó en devolverle la sangre de entre sus labios porque ahora era suya, como cada una de sus lágrimas. No lo hizo.

No recogió las cajas de cds que quedaron esparcidas por el suelo como turcos sin cabeza, ni ninguna de las balas de cinco y diez euros de la alfombra roja ante sus pies. No lo hizo.

No respondió al maquinista que le preguntaba, ya casi a la sombra, mientras corría, ni le miró ofreciéndole una lima, ni le hizo levantar la mano derecha, ni sintió su aliento presionando sobre lo que quedaba de cuerpo. No lo hizo.

No.
No lo hizo.

Título imposible

Son de esos escritos que no pueden llevar título porque hablan de todo.. y de nada también :)


Tú, yo y el silencio.
tú, yo, el silencio y el sonido de un beso.

Sobre el negro no se puede pintar, mi vida,
sólo borrar,
borrar cascadas,
dibujar ríos que van al silencio,
cabales de besos,
bosques de amores.
¡Nosotros!, vosotros sois nosotros,
y nosotros vosotros,
yo y tú,
tú y yo,
nosotros los dos,
el río en silencio
y el cielo silbando.

La leche de la llave de metal,
tuberías de fuego,
canela de sangre.
Y tú que no paras de pintar sobre negro,
todos los colores
y ningún color,
sin luz,
pero con luz mi alma,
negra, como el cubierto de la llave,
de metal, por supuesto,
plateada como el gris,
como el humo ciudadano,
aunque mejor diría,
como el ciudadano ahogado.

Sin fe,
el silencio nos acoge moribundos a sus garras,
callar y callar,
zarpar sobre zarpas;
la soledad se alivia con un sólo suspiro,
y con amor.

Amor de raíces,
tú y yo,
nosotros somos ellos
y vosotros también,
y yo soy ellos
y tú eres ellos,
pero ¿ellos quiénes son?
piruetas del tiempo,
los hombres grises de aquella novela olvidada,
sin nombre,
anónimo el autor de las palabras muertas
-muertas, porque generan trance,
y martirio;
vivas, porque aún respiran-.

Todos somos ellos
y ellos no son nadie,
burbuja burbuja,
grandiosa burbuja de humo, ¡grandiosa!
Tremendo vacío colosal negro.

21.4.09

Kilómetro 134

Llevas tres o cuatro horas viendo paisajes pasar por la ventanilla. Entonces, como por arte de magia, el mundo te parece haber sido pintado al óleo. La luz, tú, o quién sabe qué... pero sólo por eso te vale la pena el viaje.

fam

a Em vaig menjar el món i em vaig passar tres dies al llit amb indigestió.

18.4.09

Alguna cosa

No sé molt bé que escriure. La veritat es que fa dies que una veu al cap (de les moltes que desafortunadament hi tinc sovint) em parla d’escriure. I es clar, el reste de la cambra del congrés que tinc sobre les espatlles divaga, com sempre. Uns diuen “Si si, estàs cridat a escriure un llibre que alliberi la humanitat dels seus mals” un altra veu diu “…i que t’alliberi a tu de la maledicció que tens per aconseguir diners!”. Per altra banda uns opinen “Escriure, una gran teràpia, va molt bé per buidar-te i fer neteja” mentre un altre sector diu “Escriure? Bah, ni en saps, ni serveix per res i a més, ni tant sols arribaràs a fer-ho...com la major part de les idees que et passen pel cap”.

Aquesta imatge de parlament primitiu al meu cap sovint em recorda a Matrix; Quan el Neo està a la sala de l’arquitecte i l’envolten centenars de pantalles de televisió on es veu a si mateix en multituds de facetes, expressions i reaccions. Però el que més em preocupa d’aquest orgue de gats que duc dins, són les coses en les que totes les veus es posen d’acord...o pitjor encara, les coses que es donen per sabudes.

M’explico: Ben poques veus dins el meu cap posen en dubte que tinc un problema per a guanyar diners. Poques o més aviat cap posen en dubte que tinc una faceta tempestuosa i grisa: una especie de casaca d’heroi derruït per les onades de la vida, que s’aixeca però sabent que tornarà a caure i tornarà a aixecar-se i cada cop ho farà amb les vestidures més esparracades i amb el somriure més ferit. Tampoc hi ha gaires dissidents dins meu que s’atreveixin a qüestionar que sóc una persona poc activa. I fa temps que cap veu s’alça per dir “Debatem les inseguretats del nostre hoste! De veritat es i serà sempre insegur de si mateix?”.

La reflexió a la que em porta tot això, es que les afirmacions que estan a debat, en certa mida i amb major o menor esforç, han de ser aprovades per mi -aquesta mena de dirigent superat per les circumstàncies que sóc de mi mateix- i per tant, tinc capacitat per decidir si faig cas a aquesta perversa reunió de multiples “jo” o si més no, a quina facció faig cas. La proba es que estic escrivint, per tant, he optat per donar valor a les afirmacions de la facció terapèutica.

L’impediment, pel contrari, es quan no hi ha cap veu alternativa i el missatge –amb tot de matisos- es simplifica en “no pots”/”no podràs”/”no ets capaç”. Però hi ha una cosa pitjor; Les idees que no estan a debat. Les assumpcions d’irrefutibilitat en algunes qüestions que ja he comentat.

Fa temps que vaig entendre intel•lectualment que la responsabilitat de la meva experiència vital, només recau en mi mateix. No fa tant de temps que en sóc conscient. Però sembla que l’espurna que ha d’engegar el motor no arriba mai. Sembla que espero eternament el dia en el que despertaré i podré ser algú nou. El dia en el que faré un cop d’estat i cap d’aquestes veus tornarà a sonar dins el meu cap, perquè hauré discernit quina de totes es la meva veritable veu. Espero un raig del cel que m’il•lumini i em tregui de sobre la falta de pro-activitat, l’excés de diàleg intern, el masoquisme de maltractar-me amb un nivell exquisit d’intel•ligència que, emprat en altres qüestions podria ser molt útil, la certesa de que tants cops com m’aixequi tornaré a caure...en definitiva, espero la llum que trencarà el meu astut ego i em deixarà ser jo, sense parlar-me més de mi, sense jutjar-me, sense limitar-me i per tant, podent oferir el que sigui que he vingut oferir a qui sigui que ho he d’oferir.

Si tingués un port USB sota la pell hi connectaria una impressora i imprimiria un llistat de totes les creences que mantinc sobre mi i que encara no he posat en dubte. I em fa por que acabés amb tots els arbres del món al fer-ho. Em fa por saber que hi ha mil consignes dins meu que em limiten i em caricaturitzen, que em fan victima i em condemnen i no tenir-hi accés. En el fons, el que em fa ràbia es tenir-les dins sense haver-les triat.

I es en aquest punt en el que fàcil –i condescendentment- condemno a aquells que el dit assenyalador indica com a culpables. Escola, mitjans, polítics, corporacions, religió, coneguts, familiars i la llista pot continuar tant com ho pot fer un ressentiment, que no es més que pujar corrent unes escales que no porten enlloc.

Els moments més feliços de la meva vida he estat present. Els moments en els que he estat present, han sigut els més feliços de la meva vida. M’explico. Els moments on el meu cervell s’ha hagut d’encendre per adonar-se racionalment de que em sentia ple, invencible, afortunat i gloriós eren els moments on el cervell restava en segon (o tercer, o quart) plà.

Com faig que aquests moments de veritable vida no siguin només accidents afortunats? Com aconsegueixo viure en un etern present si tot el que faig es projectar un futur en el que podré gaudir-ne? Com faig gran i més gran i més present, aquesta escletxa de llum que –i em sento agraït per això- m’ha fet veure que es pot Ser, més enllà de fingir o pensar que ets?

Suposo que a falta de rajos cegadors de llum provinents del cel que em deixin ser jo mateix, converteixo el present en un projecte a llarg plaç. Suposo que aquest cervell tant ràpid que tinc, encara no el puc considerar una sort perquè segueix actuant en contra meu la major part del temps. I es clar, si quan em fa mal l’esquena, m’enfado amb ella, com no he d’estar enfadat amb el meu jo racional? I em dic allò que tants cops he dit abans a d’altres. Com pretens estar bé si hi ha parts de tu que no vols, parts que rebutges o negues?

I aquí ve el vertigen. Les múltiples veus de l’ego sobre-protector s’engeguen per dir-me coses com “A veure si descobriràs quelcom de tu que no t’agradarà!” i de fons escolto la vella frase, la que jo, ingenu, ja donava per morta i probablement alimento encara, tot mirant cap una altra banda: “A veure si t’adonaràs, tu i tothom, del frau que ets!”

T’imploro estimat ego, que deixis de posar-me perills on no hi són, per tal de seguir protegint-me. Et demano amb l’amor que mai ho he fet, que acceptis el teu nou lloc i no generis més pors, impediments o amenaces, només per no quedar-te sense feina. Si no ho podem fer tu i jo junts...com se suposa que ho ha de fer el món? Com se suposa que els que viuen de la guerra han de deixar de fer-ho, si ni tant sols jo puc, perquè una part de mi té por de quedar-se sense encàrrecs de protecció? Valoro molt la feina que has fet per mi al llarg de la vida i de les vides que ja dec haver viscut. Sé perfectament i potser es el primer cop que t’ho dic, que m’has salvat la vida en moltes ocasions i des d’aquest agraïment, et demano romandre alerta per quan et necessiti, però que mai més m’inmobilitzis per por a ser oblidat i menystingut.

Avui, 16 d’abril de 2009, et demano que anem junts de la mà, però en la mateixa direcció.

Roger Mercader, Berlin.

13.4.09

Naranja

Ala, dues entrades de cop :).



Correr, saltar y erguir el cuerpo,
encadenado lanzándose hacia la cúpula terrestre
y amar, saltar y suspirar tan fuerte
como el viento sopla, como el viento espanta,
vendaval, vendaval, vendaval
que traes lluvia a tus pies;
lluviar y mojar paraguas.

Naranja, naranja,
el paraguas salió volando hacia el cielo,
también quería correr, saltar, y ¡venga!
¡Yérguete, paraguas, hacia la cúspide celestial!,
¡tú llegarás!,
tú sobrepasarás los límites de tus hierros andrajosos.

Oxidado estás, enmohecido,
con un ovillo enredado;
el gato pisó la madeja,
falso, se regocijó en ella,
y saltó tal maraña a los lingotes,
a las espadas del paraguas naranja.
Vuélvete azul,
camaleón del cielo.

Y cuando ya veía los pájaros volar cerca de él,
cuando ya había olvidado el humo de Barcelona,
cuando no recordaba que en un tiempo fue paraguas,
la mozuela lo asió y apuñándolo en sus mano, lo bajó;
y así parece ser que el poema terminó.
Lo importante no es si nosotros creemos en Dios, sino si Dios cree en nosotros y, lo que es más importante, si Dios cree en sí mismo. La magia sí existe. Es en cuanto que cree ser y actúa en cuanto que creemos que actúa.
“¿La magia existe?” preguntó el niño al adulto. “Sí”, le respondió. “¿Y por qué en el cuento de Jerónimo dice que no?”, el niño replicaba. “Porque en los cuentos se cuentan muchas historias, (incluso que la magia no existe)”.
“La magia confía en sus propias cartas” murmuró el adulto. Pero el viejo, abatido, objetó que no hay carta que no funcione bajo el mandato del azar. Y Dios, que aunque no creía en ellos, sí confiaba en sí mismo, mascullando insultos los repudió, y mientras se marchaba (volando), decía para sus adentros: “la luz no es blanca ni en broma, vosotros queréis que sea blanca”.

7.4.09

Vida

Se'ls miraven amb cara de perplexitat, aquells llargs cabells negres havien sortit del no res en l'ample camp de patates. El marit assegurava que al dia anterior no havia vist absolutament res, més que quatre males herbes que va arrencar de socarrel. La dona sense acabar d'entendre res va agafar amb força els cabells i els va estirar enlaire fins que es sentí un crit fort i agut, era clar, allò era una persona. Van intentar parlar-hi, després del crit de dolor el més fàcil era que pronunciés alguna paraula més, però no hi va haver manera. Així que l'home que assegurava no haver vist res el dia anterior però que ara ja no n'estava tant segur, va agafar una pala i poc a poc va intentar treure la terra que envoltava el negre. Res, era tant dura com una pedra i qualsevol intent d'extreure aquella misteriosa criatura era del tot inútil. Va agafar el telèfon i quan estava a punt de clicar el primer digit de la central policial del poble, la dona que ja es començava a veure implicada en problemes que podrien tenir una mala repercussió pel seu futur, va agafar-li el mòbil i el va apagar (quantes preguntes i mals de caps els podia haver ocasionat aquella trucada!?) 


La Marta havia mort feia tant sols quatre dies, però les seves cendres havien de ser llençades al vent en poc temps, perquè així ho desitjava ella i així li havia demanat a en Quim qui, entre llàgrimes i gemecs agònics, havia acceptat de fer-li tal promesa sense, en aquell moment, parar-se a pensar que difícil seria agafar aquell grapat de pols, mirar-lo detingudament i regalar la seva estimada Marta al moviment, imperturbable, del vent, sabent que potser mai, més que en fotos, tornaria a veure el seu rostre somrient entre petó i petó.


El marit que ja no sabia què havia vist i què no, es va despertar quasi sense recordar el fet tant extraodinari del dia anterior. Va buscar la seva dona pertot, però no la va certar fins que mirà camp enllà, on s'havien trobat els cabells llargs. Corrent s'hi va apropar i agafant fort a la seva muller va veure que, del terra, ara en sortia un tros de front: un front petit però tendre, un front que quasi deixava entreveure algun pèl de cella. Van, entre els dos, tornar a intentar arrencar aquell cos de terra, estirant amb totes les forces, però, tal i com l'altre cop, no aconseguiren més efecte que un crit agut. Així que l'únic que podien fer era recollir les patates que tocava, deixant de banda els nervis i mirant de no fer-ne malbé cap. 


En la sisena nit, després de les cinc anteriors en vetlla, va somiar amb ella que tornava, que entrava per casa com qui res deixava el seu bolso de pell girada sobre la taula, agafava la tasa que posava Marta i es servia un tè amb llet mentre li explicava tot el que havia fet durant el dia, la gent que havia entrat a la botiga, la nova oferta de treball que li havien proposat, i mil coses més que, feia dues setmanes, no li haurien importat gaire més que de costum, però que en aquell dia va sobrevalorar tant que es va despertar, suat i treient el fetge amb una impulsiva vomitada.


Dia rere dia, ambdós observaven com, lentament, allò, que en un principi havien sigut solsament quatre cabells, anava adquirint la forma d'una persona, més concretament d'una nena. Als tres, quatre dies ja quasi va tenir destapada tota la cara. Uns ulls ben grossos i verds declaraven gran sorpresa al veure tant a l'home com a la dona. En sortir el nas, la nena agafà la màxima quantitat d'aire que el seu cos podia aguantar, amb petites i continuades espiracions i expiracions. La parella pensava que amb la boca aquella nena els podria explicar quelcom trascendent en el seu passat, per saber com havien d'actuar, però la nena no sabia parlar, només balbucejava sons inintel·ligibles i demanava, amb senyals prou contundents (es menjava la sorra), que tenia molta gana. Així que des d'aquell moment hi havia una boca més per alimentar.


El temps, en un principi perllongat infinitament per la trista anyorança, ara tornava a la seva normalitat fent d'aquella engoixa extrema, que oprimia el pit amb la tenecitat d'un convetent de les guerres vietnamites, una nova sensació d'optimisme, d'esperança a noves emocions i relacions, una obertura al món que li havia estat vedat per un canvi de la sort; per fi podia dormir i somniar.


De seguida la van portar al metge, a la Marta -doncs així la van batejar-, presentant-la com a una neboda llunyana que havia perdut a sa mare i no tenia on anar. L'home de bata blanca se la mirar de dalt a baix, investigant totes les parts del seu cos amb gran presició i dient, finalment, que la noia gaudia d'una salut de roure. 


Dins el calaix una carta: una carta de fa temps «estimada Marta, sé que poc et queda, que potser demà ja no et veuré; tu també ho saps i desglaces cada segon amb un somriure, regalant-me una nova vida... recordo quan, com una nena petita, em vas preguntar: "on van els arbres quan moren?"..."enlloc"... potser m'equivocava».

5.4.09

Gèlida princesa galàctica.

La primavera ha arribat a Berlin i allò que surt és una mica més lluminós... Petons per tots i sigueu benvinguts els nous! :)

Gèlida princesa galàctica.


Gèlida princesa
m'hipnotitza tant la teva presència
com la teva absència.

Eclipsi temporal
on sol i neu m'acompanyen,
en la travesia,
especial i espacial, més aviat galàctica
cap al pebre i la canyella.

El sucre dels teus llavis
i la sorra dels teus peus
i cauen llàgrimes de felicitat
en saber que sempre i mai
els vaixells flotaran lluny de casa,
però prop del cor.

És més aviat galàctica,
la sorra dels teus peus...
llunyana però suau i dolça.

La gespa reviu, després del gèlid temporal,
oi que vindràs a veure'm?
Andròmeda freda i compromesa.
M'hipnotitza tant la teva presència
com la teva absència.

Ets especial, espacial, més aviat galàctica
porta'm sorra dels teus peus
llunyana, però suau i dolça.

3.4.09

Referente

¿Negro?
Blanco.


¿Arriba?
Abajo.


¿Diferente?
...


No podríamos percibir la altura sin la
tranquilizadora línea del horizonte.
Pero, la superación desborda todas las
líneas mientras la creatividad la envidia;
y la lógica me ha contado al oído que el
escalón no siempre es vertical,
y suele estar dentro, no delante.


...
Referente.

2.4.09

El éxito paradójico

El tío era lo que se dice un perfecto imbécil.
Y muy sugestionable.
Se quiso suicidar con un frasco de pastillas placebo.
Y lo consiguió.